domingo, 24 de noviembre de 2013

SHAME

La verguenza es un lugar al que acudes, estrepitosamente. Sin nada de disimulos.No hay biombo tras el cual esconderse. Debes seguir tus frases,como en el teatro, solo que aqui no hay apuntador. Tratas de mantener la frialdad para recordar no derrumbarte ante las vicisitudes e inconvenientes que pueden surgir.Nadie te enseña que hacer ante una grave crisis de verguenza,  como sobreponerte. Como recuperar el ritmo de nuevo. Te planteas, recapacitas si acaso no supistes interpretar bien las señales. ¿Qué de malo tiene ese comportamiento, estupido e iluso?...¿Cómo se te ocurre pensar que eres lo suficientemente especial, lo suficientemente valiosa para tener honores de gloria?¿En qué estabas pensando?, ¿dónde demonios dejastes tu instinto de superviviencia?...ohhh. dios!!!
Y cuando crees que realmente no puedes caer mas bajo... te acecha la sombra de la duda. La sombra de la compasión, de la pena. Que sientan pena o compasión por ti.Y es entonces cuando caes en la cuenta de que no calculastes el efecto debastador de la doble indignacion y verguenza... Esa generosa y constante compañera de toda mujer de hoy.Y gritas: Paren el mundo que quiero bajarme, por favor...antes de que sea demasiado tarde... Y es entonces cuando cambias y decides, blindarte. Por todos los lados más vulnerables del corazón y de la autoestima. Una gruesa capa de dignidad. Sacas la dama sureña elegante y refinada. De modales exquisitos. Y te olvidas para siempre, de una vez por todas, de la salvaje y vulgar mujer que no mide sus palabras. Recuerdas la señorita que hizo de ti tu madre. Y haces honor de ello. Menos feliz, si...tal vez. Pero tambien menos desgraciada. A usted caballero, mero expectador del drama.Mis disculpas más sinceras y una promesa de oportunidad y templanza. Que no se diga que no se como se debe hacer respetar una dama.Una dama no suplica... simplemente deja que el tiempo lo cure todo. Y si no lo cura..se resigna...

miércoles, 30 de octubre de 2013

ATADA

Será un trabajo sencillo, le dijeron. Y él picó. Le pareció dinero fácil. Un par de días de vigilante aislado del mundo. Con la victima. Un trabajo limpio e impecable le baticinaron. Y así hubiese sido de no haber cometido un error tras otro.
- Déjame marchar Simón...
 ( como se le había ocurrido decirle su nombre).
- No le diré a nadie como es tu cara ( además de quitarse el pasamontañas para dormir)...
- ¡Calla de una vez!- bramó él,  furioso consigo mismo- en unas horas todo habrá acabado y te podrás marchar...
Ella parecía tan frágil e indefensa tumbada sobre aquel camastro oxidado. Descalza, medio desnuda, tan deliciosamente indefensa. Y él se sentía su salvador. Habían pasado ya tres dias. Apenas quedaban provisiones. Ni un solo mensaje, ni llamada...alguna señal de sus complices. Algo iba mal, sospechaba.
Eva parecía agotada. Simón se compadeció y, en un gesto de generosidad, le quito el pañuelo que le cubria los ojos. Ella lo miró intentando disimular el terror. Y él se sintió sucio y despreciable. Aquella chica podría haber sido la mujer de sus sueños. Se lamentaba de que no hubiera sido de otro tipo de mujer. De noche le atormentaban los sueños perversos que tenía con ella. No estaba seguro de cuanto podría aguantar.
Esa noche hacía calor. Pero no podía abrir las ventanas. Llenó la bañera y la llevó en volandas al baño. Le temblaban las manos mientras la desvestia. La dejó sólo en ropa interior. Le sujetó una mano a una vieja tubería y se salió de alli para dejarle un poco de intimidad. En cuanto estuvo en el cuarto, a solas, Simón comenzó a masturbarse. Rozar la piel sudorosa y suave  de Eva lo habia excitado hasta limites inconcebibles. El cansacio le estaba pasando factura y así el deseo era mas dificil de controlar. No le quedaban más escudos con los que combatir esos pensamientos oscuros y obscenos que tenía.
Eva no entendía nada. Sus padres no eran ricos. Ella no era especialmente bonita. No tenia un trabajo importante. ¿Por qué ella?...Según iban pasando los días las preguntas cambiaron... ¿Por qué pienso estas cosas', ¿ a que vienen estos sueños?,
- No son más que delirios- se dijo...pero le deseo...quiero tocarlo. Esto tiene que ser algo normal. Un sintoma de estres por el secuestro. Sus pezones se endurecieron con el contacto del agua fria. O eso se decia a si misma, descartando el pensamiento de la excitación. Simón la habia tocado con tal delicadeza que la asombraba. Recordó como le temblaban las manos al rozarla. Se excitó al hacerlo.

No pudo aguantar mas tiempo en el agua y lo llamó, timidamente. Al instante él apareció encendido y sudoroso. No había podido acabar de masturbarse y aún le latía el corazón a cien. La cubrió con una toalla y su camiseta se empapó con el gesto. La secó con cuidado. No podía evitar resoplar y maldecir por lo bajo su suerte.
- Siento darte tantos problemas. Siento que tus complices te hayan fallado...
- ¡Calla!, que vas a sentir tú mujer. Yo si que me siento mal por tenerte en estas condiciones. No creo que te lo merezcas. No es nada personal. Son negocios.
Ella le soplaba, dulcemente, al oido hasta que sus labios le rozaron el lóbulo. Fue cuando Simón estalló. Le apartó la toalla y la devoró en un beso. Ella, inmovil y aún sorprendida, se dejó hacer. Pero al instante comenzó a retorcerse de placer. Buscando con sus caderas la pelvis de él. Notó su erección dura y marcada bajo los pantalones, ya mojados. El le metió las manos dentro de las bragas y comenzó a acariciar sus labios y su clitoris. Ella jadeó bruscamente, como avergonzada de lo excitada que estaba. Se abrió mas para poder darle más  movilidad a su mano. Se inclinó hacia atrás dejando uno de sus pechos a la altura de la boca de él, que mordisqueó y succionó el pezón erguido y desafiante. Ella le agarraba fuertemente el pelo, atrayendolo hacia si cuerpo. Se frotaban como animales. Él le quitó el grillete de la mano que tenía enganchada a la tuberia. Y lejos de intentar huir, Eva buscó, desesperada, la bragueta de él. Hasta que pudo sentir su miembro caliente y latiendo en la palma de su mano. Sintió como los flujos se escurrian entre los dedos de él. Comenzaron a masturbarse mutuamente, mientras se comian la boca. Cayeron al suelo del baño, enredados el uno en el otro. Él le arrancó el sujetador y se metió los pezones en la boca. Ella de rodillas se movía buscando la mano de él, para masturbarse. Buscando mas contacto. Se apartó de él y se inclinó para meterse su miembro erecto en la boca. Comenzó a succionar, mientras él trataba, inutilmente, de mantenerse erguido apoyado en el lavamanos. Apenas conseguía sujetarse. No podía pensar en nada. Ni tan siguiera en la posibilidad que ella pudiera aprovechar un descuido y huir.  No hacia otra cosa que pensar en esa boca, esos labios alrededor de su miembro. La saliva que le caía por la comisura de los labios. Los jadeos retumbando y provocando que le vibrara el pene al succionarlo. Era una auténtica delicia.
Le sujetó el pelo y la obligó a incorporarse y a girarse. Entonces, comenzó a acariciarla desde atrás, apretando sus pechos con una mano y  masturbándola con la otra. Ella se inclinó y luchó por ponerse en pie. Pero él se lo impidió. No por miedo a que escapara sino por miedo  a dejar de sentirla pegada a él. Eva tiró hasta quedar apoyada, de rodillas, sobre la tapa del bater. Entonces hizo algo que descolocó, y excitó aún mas si cabe, a Simón. Se quitó las bragas y abrió las piernas para dejar descubierto todo sus atributos. Se estaba ofreciendo literalemente a él. Con sus dedos, jugó con sus fluidos paseándolos de un lado a otro ante la mirada atónita de Simón. Él tomó la iniciativa y comenzó a masturbarse a la entrada de la vagina. Empapando su miembro. Pero el deseo era irresistible e, impaciente, comenzó a forzar la entrada por detrás. Para su sorpresa, apenas encontró resistencia. Y sintió un fuego abrasador en el interior. Ella no paraba de gemir escandalosamente. No se sabia, realmente. si el rojo de sus mejillas se debia a la excitación o a la verguenza de estar teniendo contacto sexual con su secuestrador. Sea como fuere no hubo tregua. Él continuba con las fuertes embestidas, aferrando sus manos a las caderas de ella. Y Eva jadeando y blasfemando barbaridades. Se habian convertido en animales en celo. Tantos dias el uno con el otro. Tanta intimidad, tantos secretos.... pudo con todas las reticencias iniciales.
Continuaron pegados el uno al otro. Él comenzó a  acariciar de nuevo el sexo de ella mientras la penetraba por detras. Hasta que los gemidos de ella aumentaron al llegar al orgasmo llevándolo a él a irse, completamente, dentro de ella.
Segundos mas tarde el teléfono comenzó a sonar. Haciendo que Simón diera un salto y se saliera de golpe, del interior de ella.
- No hay nada que hacer. La compañía de seguros de su marido no piensa pagar un duro. Vas a tener que desahacerte de ella. Pero tenemos que demostrarles que no estabamos jugando.
Simón se quedó inmovil  y con los pantalones bajados, junto al teléfono. Aterrado ante la idea del trabajo que le habían asignado. Hasta que por el rabillo del ojo vió una sombra avalanzarse sobre él y se desmayó al notar un fuerte impacto en la cabeza. Y todo se volvió negro.

Despertó en una cama, con una fuerte presion en la cabeza y atado al cabecero y a los pies de una cama. El sitio le resultaba desconocido. Al girar la cabeza pudo ver, medio borrosa, la silueta de Eva.

- No te muevas. Aún tienes los puntos de la cabeza, recientes. Llevas dos dias y medio inconsciente. No quería hacerte esto, pero me he visto obligada a hacerlo.  Llamaran en media hora. Esto acabará pronto. Tu padre se ha mostrado muy colaborador y en cuanto hagan la transacción te dejaré libre. Lo del niño rico renegando de tu familia y de tu herencia ha sido conmovedor. Pero Jeffrey lo descubrió todo cuando vió en  vuestro apartamento, aquel talón de 120.000 dolares hecho añicos en la papelera del baño. Investigó y descubrió tu pasado. Convencerte para jugar fuera de la ley fue pan comido. Y yo fui el mejor señuelo. Aunque debo de confesar que me sorprendió tu resistencia. Cualquier otro hombre habría sucumbido a mis encantos antes de las 24 horas del secuestro. Pero tu resististes tres dias. ¡Bravo!. Has sido todo un desafio para mi.
El movil de Eva comenzó a vibrar dentro de su chaqueta.
- Si, perfecto. Por supuesto que está todo controlado. ¿Por quien me tomas Jeff?. Esperaré la notificación del banco. Y haré mi parte del trato. Ha sido un placer hacer negocios contigo. Chao caro!!
El movil volvió a vibrar y una sonrisa de satisfacción iluminó el rostro de Eva...
- Ya está. Asunto zanjado. Y ahora toca la amarga hora de la despedida. Eres un auténtico encanto cariño. Has sido el mejor de todos, sin duda. Tan delicado, tan dulce. Y que embestidas...mmmm...  Dentro de 24 horas vendran a buscarte. Haré una llamada para dar el chivatazo. Se que sufrirás mi ausencia, pero el amor es asi de cruel. Cuidate encanto y recuerda que no es nada personal. Son solo negocios.
Eva se acercó a él lentamente. Le apartó la mordaza y se despidió con un largo y humedo beso con lengua. Simón permanecía inmovil.

-Hasta siempre tesoro...

Y se alejó en dirección a la puerta. Limpio las ultimas huellas del pomo con los guantes de algodón y se giró, en el último instante, antes de cerrar...

-  Se que te hubieras corrido tan sólo con la felación, pero me apetecía tanto seguir jugando contigo que lo del sexo anal fue un regalo...

- Has sido el polvo más caro que he echado en mi vida preciosa- la interrumpió Simón- Te iría bien el trabajo de puta de lujo. Eres una chica muy entusiasta y aplicada. Ya te llamaré más adelante, para la boda de mi hermano pequeño. Es en unos meses. Dinero fácil ya sabes. Supongo que el striptease entra dentro de tus servicios. Todo con buen gusto, por supuesto. Nada de cosas vulgares.Y por favor disculpa que no te deje propina, tengo las manos ocupadas ahora...¡Ahhh!!, no olvides dejar la tarjeta de visita sobre la mesita de la entrada...
Eva cerró la puerta de un portazo y, humillada, escuchó las carcajadas de él, mientras se alejaba de la habitación del motel. Estaba pensando en cambiar de idea y no dar el chivatazo. Buenos quizás si, pero lo haría sufrir un poquito...nada más.

domingo, 27 de octubre de 2013

EL SONIDO DE LOS OBUSES

Incluso en aquel sótano a oscuras, no podía dejar de oír las sirenas y las explosiones. Necesitaba tranquilizarse. Karen se encontraría dios sabe donde. Había salido temprano, por la mañana. Y no pudo volver antes de los bombardeos. Eso lo desquiciaba. Se movía de un lado a otro en aquel cuarto minúsculo, como un animal enjaulado. Temía perderla. Tantos años buscándola, ansiando una mujer como ella,y sólo había podido disfrutar de ella apenas unos meses, inolvidables eso si.
En un permiso, antes de pisar aquella mina que le destrozó el pie, Jack asistió a uno de esos bailes benéficos. Su amigo Peter había insistido y él no tenía nada mejor que hacer. Desde el principio se sintió fuera de lugar, entre tanta gente poderosa. Hasta que la vio a ella. Karen Van Hoffen, una de las dos hijas de un humilde vendedor de coches venido a más por un golpe de suerte en las apuestas, paseaba por el salón de baile ausente, como fuera de lugar. Jack observaba, divertido, como ella tropezaba con la gente o con los objetos que encontraba a su paso, como si de un pajarillo desvalido se tratara. En un momento de la noche sus miradas se cruzaron y ella, sin saber porque, se sonrojó. Aquello hizo que Jack la deseara mas. Aquel vestido color ciruela, ceñido a sus caderas, insinuaba unas curvas sinuosas. Los pechos, desbordaban el escote, pero sin ser vulgar. Apenas llevaba maquillaje y el pelo caía, ligeramente sobre sus desnudos hombros. Toda ella le invitaban a pecar. Jack llevaba mas de 6 meses sin "mojar" y en esos instantes huyó, discretamente, a los servicios de caballeros, para poder " descargarse". Se sentía avergonzado. Culpable por no ser capaz de controlarse en público, en aquel ambiente. Se recompuso como pudo y volvió a la fiesta. Con determinación, la buscó y se presentó. Ella temblaba como una hoja, pero su sonrisa pícara, su boca provocadora lo descolocaban. Desprendía un aire coqueto, inocente, que hizo que su corazón latiera desvocado. Hablaron, largo rato. Jack tenía permiso de una semana y luego volvería al frente. Ella se ofreció voluntaria para mostrarle los lugares más emblemáticos de Rotterdam a aquel americano misterioso. Aquel hombre carecía de una belleza típica, pero, a sus ojos, resultaba embriagador y masculino. Le fascinaron sus manos, al instante. Y su mente, calenturienta, se las imaginó paseando y explorando todos los rincones de su cuerpo. Se estremeció de placer. Y sus mejillas se volvieron a cubrir de un rojo llameante. Él lo notó y procuró disimularlo. Se despidió, discretamente, y ella le dio indicaciones de como llegar al taller de su padre. No estaba segura del todo de que fuera buena idea decirle donde vivía. En cuanto llegó al hostal, donde se alojaba, Jack se masturbó pensando en ella.
La noche anterior los bombardeos no daban tregua. Ya no estaban en Rotterdam, pero en Eindhoven, no se sentían mas seguros. Habían huido, con lo puesto, del hotel donde se veían a escondidas, en uno de los bombardeos que había destruido media ciudad. Toda la familia de ella había muerto y él era lo único que ella tenía. Abrazados en el diminuto sótano habían estado toda la noche amándose. A Karen el sexo era lo único que la calmaba en situaciones estresantes. Jack gozaba de esa mujer en esos momentos. Se trasformaba en otra persona. Toda su timidez se iba por la puerta y una fiera enjaulada se apoderaba de ella. Jack conseguía aplacarla a duras penas. Apenas comenzaban a sonar las sirenas ella se abrazaba a él. El aliento de ella le golpeaba en el cuello y no podía controlar su erección. Karen se percataba enseguida y una chispa estallaba en su cabeza. Le bajaba la bragueta y comenzaba a besarlo y acariciar su miembro. Jack jadeaba y ella se excitaba más. Le acariciaba la cara y el pelo, hasta que ella, cansada de tocarlo, hundía su cabeza entre las piernas de él y comenzaba a masturbarlo con la boca. Jack se estremecía de placer y resoplaba como un toro en celo. Comenzaba a desvestirla y la mayor parte de las veces, la apartaba, porque temía eyacular antes de tiempo. Karen conocía las virtudes del sexo oral y lo llevaba al límite. Le excitaba ponerlo a cien, y verlo, azaroso, apartarla bruscamente cuando el placer era insoportable. Era entonces cuando se subía encima de él, mientras se apartaba las bragas a un lado. Sin ningún preámbulo se introducía el miembro de Jack y comenzaba a moverse lentamente sobre él. Lo empujaba y lo tumbaba totalmente en el suelo y comenzaba a tocarse la boca, los pezones, los pechos. Lo miraba y continuaba cabalgándolo, cada vez más deprisa. Y cuando parecía que iba a llegar el orgasmo se levantaba y daba vueltas por el cuarto, observándolo, como un depredador observa a su presa antes de devorarlo. Una loba en celo jadeando, medio desvestida. Pero apenas se oían los obuses, otra vez, con el ataque ella volvía a la carga. Jack se levantaba e iba a por ella, para tratar de calmarla. La aprisionaba, entre sus brazos, contra la pared y ella lo atrapaba entre sus piernas. Sus sexos se frotaban el uno contra el otro. Hasta que él conseguía introducirse dentro de ella. De pie, cuerpo a cuerpo, con las paredes del edificio temblando por las explosiones, se entregaban como perros al placer. Si morían, lo harían así. Cada instante de vida que se les brindaba era una oportunidad de entregarse. Jack apenas aguantaba unos minutos en esa posición. La  protesis de madera, se le hundía en la carne del muñón y el dolor era insoportable. Karen se escabullía y lo esperaba al otro lado del sótano, a cuatro patas. Como una gata en celo, esperando ser penetrada. Tras unos minutos, recuperándose del dolor, Jack volvía a por más. Adoraba a esa mujer, adoraba la bestia salvaje que moraba en ella. Nadie más conocía esos apetitos ocultos que Karen tenía. Aquella chica que se ruborizaba con sólo mirarla se movía, lujuriosamente, entre sus piernas. Se frotaba y jadeaba poseida por el espíritu sexual de una diosa carnal. Olvidaba sus modales refinados y su posición social. Y en lugar de una copa, del mejor champán, en la mano tenía en esos momentos sus testículos..La posición los llevó a más. Él la agarró, con fuerza, por las caderas y la embistió hasta que se vació dentro de ella. Para ese entonces Karen había llegado al orgasmo dos veces. Cayeron sobre las mantas que cubrían el frío suelo del sótano. Hacía rato que los bombardeos habían acabado y ellos no se habían dado cuenta.  Se durmieron acariciándose y besándose... dulcemente.
Unos fuertes golpes en la puerta lo espertaron de la ensoñación de los recuerdos de la ultima noche. La voz le era familiar. Era la vecina de la casa continua a la de ellos. Jack subió los escalones, afanosamente, con dificultad. La pierna le dolía mucho más si pasaba muchas horas de pie. Al abrir la puerta se encontró con un rostro desencajado y lloroso. No necesitó nada más. Lo supo en ese instante.
Encontró el cuerpo sin vida de su vecino a dos manzanas de su calle. Entre los dos llevaron el cadáver hasta la casa. Una vez llegaron ella se derrumbó. Jack prefirió dejarla a solas con su dolor y volvió a su casa. No soportaba el dolor ajeno. Y esa guerra lo había llevado al límite de lo soportable.
Al volver, descubrió que la puerta de su casa estaba abierta. Entró, temeroso, a la cocina. Recorrió uno a uno todas las estancias de la casa, medio en ruinas. Suspiró y bajó al sótano. Y descubrió a Karen, apoyada contra la pared. Su rostro estaba desencajado y una sombra azulada bordeaba sus ojos. Jack se acercó pero ella se apartó. Con la mano aferrada al vientre.
- Todo lo que toco, todos los que me quieren, todos.... me abandonan. Mueren, desaparecen... No puedo soportarlo mas Jack...no puedo con este dolor. Quiero que acabe...- solloza Karen,hecha un ovillo, sentada en el suelo.-Y ahora... ahora esto. No se si podré con esto Jack. No se si es justo para él, venir al mundo en estas condiciones. No se como evitarlo, lo he intentado. Estoy asustada...Jack, ¿qué clase de vida le vamos a dar a este bebé?.
Jack la miró, emocionado, mientras los ojos se le llenaron de lágrimas. Se acercó a ella, suavemente, y la abrazó. La llenó de besos y caricias, protegiéndola entre sus brazos.
- Una oportunidad de encontrar a alguien que le haga sentir lo que tu y yo sentimos. Lo que hemos vivido, lo que hemos experimentado. No podemos elegir el mundo en el que vivimos, pero si podemos elegir con quien queremos compartirlo. Y hoy que creí, durante horas, que te había perdido, no me importa que haré mañana, ni pasado mañana...ni dentro de una semana. Sólo agradeceré estar vivo y pasar un día más contigo...nada más.
 Karen lo miró sonrojada, como siempre y le acarició el rostro. Se levantó despacio y comienzó a sacar la comida, que había encontrado, de las bolsas. Jack cerró la puerta del sótano y se sentó en la escalera a observarla, con ternura. Sólo a observarla... durante horas... hasta que empezara el siguiente bombardeo....

domingo, 11 de agosto de 2013

LA BOCA SEDIENTA


Amanda yacía boca arriba. Con una sonrisa pintada en la cara. Satisfecha de si misma. Junto a ella Xavier jadeaba sudoroso e ido. Tan sólo unos instantes antes Amanda jugaba con su miembro en la la  boca, a cuatro patas entre sus piernas. Y una hora antes charlaban distraidamente en un bareto en el bajo de ese mismo edificio. Así, como si nada.
Xavier se deleitaba en el cuarto gin tonic de la tarde. Sin empleo, debiendo dos meses de alquiler y con la cuenta del banco tiritando, eran motivos más que suficientemente justificados para abandonarse a la bebida. Media hora  más tarde y tras  dos gin tonics mas se encontró acompañado de una extraña chica a su lado. Pelo negro azabache, corte liso y estilo cleopatra. Ojos negro humo y una boca roja cereza que invitaba a la perversión. O era eso o Xavier estaba ya muy "contento". Sólo sabía que esa tia se la ponía dura. Vestida con un escueto y ceñido vestido violeta con escote palabra de honor y un collar que se perdía entre unos pechos generosos. Uñas rojas y afiladas y un lunar asombrosamente sexy bajo el labio inferior.Con esa carta de presentación estaba claro que Amanda tenía todas las papeletas para ser la victima propicia del desquite de Xavier.
Se pasaron media hora riendo y tocandose discretamente. El perfume de vainilla de Amanda tenía noqueado a Xavier, cuyo bulto en los pantalones era ya escandalosamente indiscreto. Amanda era consciente de ello y decidió tomar la iniciativa. Se le acercó al oido apoyandose, estratégicamente, en su paquete. Xavier jadeo como un perro ante un jugoso hueso.
- Debes de tener ese arma a punto de disparar y yo tengo tanta hambre, que te rebañaria el plato cielo.
Xavier sonrio perversamente.
- Quizás esta arma necesite ser descargada por manos expertas.¿ Eres la clase de experta de la que estoy hablando o eres sólo una calienta braguetas?.
- Vas a desear no haber pronunciado esas palabras, amigo.

Subieron las escaleras hacia el segundo piso a trompicones. Todo manos, gemidos y saliva. En cada descansillo Xavier se frotaba contra la entrepierna de ella como un perro en celo. Y ella reía escandalosamente con el culo asomando por los bajos del vestido y sólo cubierto por un minusculo tanga. Mientras él intentaba, sin exito, abrir la puerta de su piso, Amanda comenzó a bajarle la braqueta y sin pensarselo metió su miembro en la boca. La imagen era absolutamente obscena y decadente: medio en penumbras, ella en cuclillas con la falda a la cintura y totalmente abierta tocándose excitada. Él desnudo de cintura para abajo, los calzoncillos y el pantalón en el suelo, apoyado en la puerta completamente excitado, jadeante. Consiguió, finalmente, abrir la puerta y caer de bruces ante las carcajadas de ella. Se arrastraron medio desnudos por el piso. Xavier consiguió cerrar la puerta de una patada tras de si. Para ese entonces Amanda se habia montado sobre él e introducía lentamente aquel miembro descomunal y palpitante. Resopló cuando se hundió dentro de ella. Lo montó como una experta amazona. Xavier sólo podía cerrar los ojos y resisitir las  brutales ganas de correrse. La apartó, bruscamente y se salió de ella. Amanda le tiró del pelo, salvajemente y lo empujó contra el suelo. Le abrió las piernas y con los pechos completamente fuera del vestido  comenzó a hacerle una felación en toda regla. Xavier le agarraba la cabeza, le tiraba del pelo, se retorcia de placer. Ella no paraba de chuparle, acariciarle, lamerle. Una y otra vez. Sin previo aviso lo introdujo todo en su boca y lo retuvo unos segundos, casi un minuto. Xavier podía sentir el final de la garganta de ella. No podía creer que estuviera tirado en el pasillo de su casa, desnudo con su miembro dentro de la boca de una desconocida. Y sólo de pensarlo se corrió. Ella se lo tragó todo. Absolutamente todo, como una gatita complaciente y juguetona. Se incorporó mientras se limpiaba la boca perversa y coqueta. Complacida de si misma. Se tumbó junto a un Xavier entregado y derrotado. Pero ella no estaba del todo satisfecha y le pidió a él que acabara su trabajo como un buen chico. Tras unos minutos de recuperación le arrancó el tanga y comenzó a acariciar, con manos expertas, sus pliegues. Ella gemía, abierta, con las caderas alzadas, buscándolo sedienta. Comenzó a pellizcarse los pezones mientras el comenzaba a mover cada vez mas rapido los dedos dentro de ella. No pudo resistirse y se agachó para tomarla con la boca. Su lengua se abrió paso entre los abundantes flujos de ella y comenzó a degustarla como un delicioso helado de cerezas. Lametones y chupetones la llevaron al limite. Agarrando la cabeza de él, posesivamente, llegó al ansiado orgasmo y gritó a pleno pulmón sin control, entregada.

- ¡Estas loca!!, ¿lo sabias?.

- Pero a que ha sido divertido. Te dije que te iba a encantar. ¿Ha sido una buena idea o no?.

- No podemos hacelo todas las semanas, pero no creo que a tu hermana le importe cuidar a las gemelas una vez al mes. La próxima vez jugamos a polis y ladrones...¿ te apetece golfilla?

- Ya sabes como me gusta vivir fuera de la ley amor. Y ahora vete ordenando todo esto en lo que voy a buscar las llaves del coche. No quiero abusar de Alicia.
¡Ahhhh!! recuerda que mañana cocinas tú. Gané la apuesta. Te dije que iba a ser capaz de bajarte la bragueta en el descansillo de casa, arriesgándome a que Doña Engracia nos viera por la mirilla, jajajajajja... Y ahora mírame y lloooora!!!....

domingo, 14 de julio de 2013

PROTEGIDOS

Ariel yacía en el suelo. Apesadumbrada y ,aún, en shock por el impacto de los acontecimientos. Nada le había hecho presagiar que todo cambiaría esa noche. Después de tanto tiempo.
Lleva casi medio milenio dedicada a su cometido. Aquello le había llegado de manera casual. Un día salía del convento a las afueras  de Rotterdam, Dordrecht. Hasta ese momento se había llamado Jetta Brouwer. Se preparaba para ser novicia y ultimaba los preparativos para tan importante acontecimiento. Pero al pasar cerca del rio, enfrascada en sus pensamientos, no reparó en la presencia de dos hombres que se apoyaban en unos barriles junto a uno de los barcos atracados en la orilla. No se percató, a tiempo, de un brazo que la atrapó y otro que le tapó la boca. Todo ocurrió tan deprisa, que el sonido de la ropa haciéndose trizas, los asquerosos jadeos y el amortiguado sonido de una navaja desgarrandole el cuello eran un vago recuerdo, un mal sueño. Jetta pensó que iba a despertar en cualquier momento. Hasta que se vió, a si misma, semidesnuda, ultrajada, rodeada de un gran charco de sangre tras unas redes y aparejos de pesca. Aterrada gritaba, pero ningún sonido salía de su garganta. Y comenzó a llorar, desconsoladamente. Sus quejidos y lamentos tuvieron respuesta en forma de luz cegadora y un calor insoportable en el pecho. Una voz trató de tranquilizarla y se vió envuelta en una paz y serenidad que hasta ese momento nunca había experimentado. Sintió una fuerza poderosa a su espalda y no fue hasta que un suave viento agitó las velas del barco que se hallaba a sus pies que fue consciente de que le habían aparecido unas alas a la espalda. Todo era extraño y abrumador, pero no estaba asustada. Sabía bien lo que tenía que hacer. Lo había sabido siempre.  Se le dió el privilegio de elegir un nuevo nombre. Ella escogió el de Ariel.
Desde ese momento la tarea encomendada era velar por una o dos vidas cada siglo. Con el tiempo la tarea se centró en una vida. El paso de los siglos alargaba la vida de sus protegidos. No fue hasta el siglo XX, durante la Segunda Guerra Mundial que perdió la batalla para salvaguardar la vida de un joven francés llamado Arnaud Depoux. Había cometido el grave error de enamorarse de él. Y bajó la guardía, no vió venir el proyectil procedente de un obus en dirección a la iglesia en ruinas donde se había refugiado el batallón de Arnaud. Y con el pesar, aún, agitándose en su maltrecho pecho se vió transportada, inconscientemente, a las afueras de Berlín. El regordete y pelirrojo Gerard había nacido por cesarea. Su madre no había podido empujar para expulsar, de su fragil cuerpo, a un bebé de más de 5 kilos. La cesarea llegó tras los intentos, fallidos, de los médicos por recuperar el pulso de la madre tras desangrarse con una sorpresiva hemorragia. Gerard Weger quedó absolutamente huerfano en ese momento, pues no había constancia de quien era el padre. Su nombre se lo llevó su madre a la tumba. Ariel posó sus, aún, llorosos ojos en aquella hermosa criatura y el dolor de su pecho desapareció al instante.
Los últimos años del siglo pasaron rápidamente y Ariel temía que la timidez y el caracter taciturno de Gerard se convirtieran en un lastre para encontrar a su alma gemela. Se aislaba de la gente que le rodeaba. Un cincuentón académicamente preparado, un exquisito maestro en la cama y un completo desastre en relaciones amorosas. Ariel se esforzaba en atravesar esa coraza en el corazón del solitario Gerard. Y pensó que quizás ese era su destino. No había nada escrito de como tenía que ser su vida. Había nacido sólo y tal vez moriría sólo. Tal vez... 
El 31 de Diciembre de 1999 la vida del protegido de Ariel cambiaría para siempre. Había aceptado, a regañadientes, empezar el nuevo milenio en la fiesta de un ingeniero, compañero de trabajo. Éste se había propuesto acabar con la soltería de su solitario compañero. Gerard forzaba una sonrisa cada vez que Herman le presentaba a una nueva "candidata". Llevaba dos horas viendo rostros femeninos que no le decían nada, no le trasmitían nada. En un descuido de Herman Gerard se escapó a la terraza del loft. Dejó que el aire helado de Dusserldorf lo envolviera. Se quedó ensimismado contemplando la austera decoración navideña de la ciudad. Y se lamentó de no vivir en un pais más alegre. Cada vez que regresaba de sus vacaciones anuales a España le invadía una extraña sensación de vacio. Disfrutaba del carácter alegre y espóntaneo de los españoles. Envuelto en sus pensamientos no se percató de que estaba siendo observado. No fue hasta que olió el aroma del tabaco que se percató de la presencia de una mujer en la otra punta de la terraza.
- Buenas noches, discúlpeme que no le haya advertido de mi presencia, pero hasta hace unos segundos no me había dado cuenta de que alguien había salido aqui afuera. Estaba tan absorta en mis pensamientos que no le habia visto- su acento no era alemán y su aspecto tampoco. Media melena rizada oscura, metro sesenta de altura no se correspondían con la media de las numerosas mujeres que había visto en la fiesta.

- Yo tampoco la había visto, así que estamos en paz, no se preocupe. Me iré para que pueda continuar fumando tranquilamente. La intimidad de uno es sagrada.
- No por favor. Me hara sentir mal. No es mi intención reprocharle nada. La terraza es lo bastante grande para los dos. Además creo que 4 grados bajo cero no es una temperatura muy agradable para permancer tanto tiempo a la intemperie- la carcajada de ella produjo en Gerard una agradable sensación cálida...
- Me llamó Azucena, Azucena Vidal. Soy amiga de Mette, la mujer de Herman. Perdone por no haberme presentado antes.
- Gerard Weger, compañero de Herman en la fábrica.Y me va a disculpar pero no puedo soportar el frio y voy a tener que privarle de mi compañía.
- Creo que haré lo mismo que usted. Aunque el clima en Teruel es similar a este, mis huesos no se acostumbran a este tiempo.
Sin darse cuenta, Gerard pasó el resto de la velada y el primer dia de año y siglo nuevo con una desconocida con la que se encontraba, inusualmente, cómodo. Ariel, que había sido testigo del encuentro y de la velada, no daba crédito a lo que estaba ocurriendo y un rayo de esperanza se instaló en su sufrido corazón. Todos esos años de vigilia y de cuidados no la habían endurecido lo suficiente. No podía evitar implicarse emocionalmente con sus protegidos, pese a los reproches de sus compañeros.
Azucena y su grupo de amigos se despidieron y Gerard, no perdió la oportunidad de pedirle su numero de teléfono. Ariel tuvo un presentimiento y, por primera vez en 55 años, dejó a solas a Gerard para seguirla a ella y a su grupo. Iban todos, alegres y despreocupados, por las heladas calles de Dusserldorf en busca de los coches. Azucena vió en la acera de enfrente a un perro, hecho un ovillo, junto a un coche. Parecía perdido.  Cruzó la calle decidida y cuando estaba junto al perro, éste se asustó y echó a correr en dirección a la carretera. Un coche que pasaba a gran velocidad estuvo a punto de atropellarlo pero, afortunadamente, Azucena reaccionó a tiempo y lo evitó. El grito de Ariel heló, aún más, las frias calles. El cuerpo casi sin vida de Azucena yacía junto un coche. Los gritos de sus compañeros y llantos alertaron a los vecinos. Desde lejos Gerard vió el tumulto y se acercó a averiguar que sucedía. Ariel sintió como si alguien le arrancara las alas. El dolor la dobló, la desgarró por dentro, desde las entrañas y comenzó a notar el frío de la calle. En 522 años no había vuelto a saber que era el frío. Sintió una mano que le acariciaba la cara y otra que le apretaba una mano. Sintió ganas de volar pero no podía.
- Está respirando- dijo alguien acercando el rostro junto a su boca.
"¿Cómo es que pueden verme?. Nadie puede verme.Ellos me lo aseguraron.Nadie me puede tocar. Soy invisible a sus ojos. No puedo materializarme, es imposible. Y este frío, quiero que pare.
Gerard no se separó de ella hasta que llegó la ambulancia. Ariel trató de hablar pero una fuerza le impedía articular palabra. Y cayó en un profundo sueño. Pasó un mes en coma y durante todo ese tiempo Gerard la iba a visitar, cada día. Ariel escuchaba todas las cosas que éste le contaba. Sus secretos más ocultos se los desveló, sin saber que ella ya conocía todo de él. Y comenzó a mirar a Gerard con otros ojos. Echaba de menos sus alas, pero agradecía, profundamente, poder sentir el tacto de las personas que la atendían y cuidaban. El tacto de los familiares que la visitaban. El tacto de Gerard. Su olor. Y cayó en la cuenta de que ya no tendría que cuidar de Gerard. Que le habían robado sus alas. Que tendría que volver a empezar de nuevo. Y que no podría hacerlo sóla. Despertó angustiada sin poder moverse, ni articular palabra. Los médicos le dijeron que tuviera paciencia. Una pierna rota y dos costillas casi cicatrizadas no eran nada comparado con los daños que podría haber sufrido su cabeza. Pero parecía intacta. Al cabo de unas semanas sus primeras palabras fueron hacia Gerard:
- No se como podré agradecerte todo lo que has hecho por mi Gerard- dijo timidamente, sorprendida al oir su nueva voz.
- Gracias a ti por salvarme.  Gracias por rescatarme de mi soledad... Azucena...









jueves, 23 de mayo de 2013

MELANCOLIA

Por una vez no me desvanecí al amanecer. No me esfumé como la niebla se disipa con las ráfagas del viento matutino. Permanecí de pie. Esperando una respuesta que no llegó. A pesar de intentarlo no conseguí que mi cuerpo respondiera. Me quedé paralizada. Escuchando los latidos de mi corazón pequeño, diminuto que no pertenece a ningún lugar. Que vaga solitario por los pasillos de la melancolía. Si hubiera sido valiente hubiera hablado, hubiera dicho toda la verdad. Todo lo que mi corazón gritaba por aclamar. Pero el miedo es traicionero y ladino. Se instala en tu cabeza, te cuenta historias de terror que no van a suceder. Traiciona a tu subconciente. Te contagia la duda. Y haces daño. Rompes las reglas establecidas entre dos. Es por eso que acabas por perder la partida. Y resultas derrotado. Por no luchar, por no desafiar, por no enfrentar. Sino por convertirte en tu más feroz y letal enemigo. Todo está en tu mente, te repites. Todo está en tu mente.
Y una vez lo pierdes todo, ¿qué hacer?. Te daría un millón de consejos, pero de que servirían, si no me los creo ni yo. Yo te diría lo que no haría, eso si. Se me da bien llevarme la contraria a mi misma.
Pero por esta vez, voy a desafiarme.
Búscalo. Ámalo. Inténtalo, que no se diga. Venga vamos, no seas cobarde.¿Es así como luchas?, serás tonta. ¿Eso es todo lo que sabes hacer?... Y ahora, lloras. ¿Pero a qué tienes miedo?.
¡Venga! empieza de nuevo. Deshaz lo que has hecho. Si está mal, arréglalo. Si lo quieres, ve a por él. Nadie más lo va a hacer por ti.
Y si, a pesar de tus intentos, te cierra las puertas...Acéptalo, con la cabeza bien alta. Y prosigue tu camino. Una cosa es intentarlo y otra cosa empecinarnos. Mete en una botella de cristal tu melancolía, lánzala al mar y haz una reverencia mientras se aleja. No te olvides ser siempre una dama. Hasta en la derrota...Se siempre una dama.
Y lo que realmente es tuyo, por muchas vueltas que de la vida... volverá a buscarte. A pesar de que pasen  los años...volverá. Porque quizas debe ser asi, porque quizas es el destino. Y contra eso no puedes luchar. Sólo deja la puerta abierta, y la luz encendida, para que no se pierdan de camino a casa. Y mientras esperas sigue bailando, pequeña, sigue bailando...

sábado, 18 de mayo de 2013

LA CABINA

  

Deseaban hacerlo. Lo habían planeado mentalmente, punto por punto una noche después de tener sexo salvaje. Belén y Santos eran una pareja que había traspasado varios umbrales del placer y de la lujuria. Encajaban el uno en el otro como un guante de seda...suave y sugerente. Habian ido coqueteando con varias fantasias que les iban rondando por la cabeza.
Esa noche entre risas y caricias se les ocurrió una diablura, una travesura. Sus caras reflejaban el deseo y el morbo que esa idea les provocaba. Y decidieron llevarla a la practica
.
- ¿Hoy?, ¿ahora?- preguntó Santos incrédulo- eres una loca pervertida...pero me encanta...

Se vistieron a toda prisa y bajaron al garaje a por el coche. Belén decidió no llevar ropa interior, pero prefirió ocultárselo a Santos. Tomaron la salida a la autopista y tras media hora encontraron el local. Estaba por una zona industrial. Y se encontraba rodeado por bares de carretera y locales de alterne. Era un sex-shop un poco cutre, para el gusto de Belén, pero alli nadie les reconocería. 

Al entrar un tipo con pinta de profesor de autoescuela les pidió los carnet de identidad....

- Algunos pervertidos se traen a sus hijas... ¿sabe?- les informó mirando con dudas a Belén. 
Pese a tener ya 28 años en muchos aspectos seguía pareciendo una adolescente. 

- Aunque estaba bien servida- según Santos. Le fascinaban aquellos pechos grandes y maduros, como melocotones.

Les indico la zona de las cabinas y cuando les iba a explicar el funcionamiento Santos se adelantó y con un guiño le hizo saber que no era una novedad para él.  La cabina la escogió Belén. Se aseguraron de contar con muchas monedas y entraron. Él se sentó en un confortable sillón que imitaba al cuero y Belén se sentó sobre sus rodillas.

-¿Estas preparada?.- Ella asintió picarona  y metió la primera moneda en la ranura de la cabina. Se oye de fondo George Michael y su "Father Figure" y dos chicas están en una cama redonda haciendo un 69 con estilo en el centro de la habitación. En las cabinas del fondo algunos hombres y en un lateral una sesentona que no parpadea para no perderse el espectáculo. Puede verse que está sudando, sofocada...

- Esa es una lesbiana ricachona, reprimida- le susurra al oido Santos a Belén.

Las chicas siguen a lo suyo, con el show, entre lenguetazos y dedos. Santos le coge la mano a Belén y la lleva a su paquete.
- Ya estoy duro pequeña. ¿No vas a hacer algo al respecto?...
- Y yo estoy húmeda y sin bragas desde casa... ¿ y tú?- Belén lo acaricia mientras le habla a la boca de Santos, rozándole con la lengua la comisura de los labios...jadeando.

Sin dejar de besarlo continua el periplo por su abultada erección. Coqueta, desabrocha uno a uno los botones de la bragueta y, sin ninguna dificultad, accede al miembro de Santos que asoma por encima del slip. Comienza a desabrocharle la camisa dejando tras de si un reguero de besos, lametones y mordiscos que  lo encienden más si cabe. Cuando llega a la altura de la bragueta, sin dejar de mirarlo, introduce su miembro en la boca y comienza a jugar con él, sin ningun pudor. Santos contínua disfrutando del espectáculo, mientras su chica le proporciona toda clase de atenciones.
Las chicas del show continuan con los juegos. Introducen en escena un arnes y se proporcionan placer la una a la otra adoptando una de ellas el papel de hombre. Santos resopla y jadea cada vez más ruidosamente y comienza a oírsele sobre la música ambiental.
El resto de los mirones de las otras cabinas empiezan a observar lo que está ocurriendo, ya no miran el espectáculo. Belén se sube la falda y se inclina dejándo su precioso culito delante la atónita mirada de Santos, que no pierde el tiempo y comienza a acariciarla y lamerla. Ella mira lujuriosa al exterior.Las chicas del show la observan, curiosas. La cosa se va calentando. Y el panel de su cabina comienza a cerrarse, privando al resto de los mirones las visión de lo que esta sucediendo. Santos rie y se inclina a meter otra moneda en la ranura. Al levantarse el panel descubre, divertido, que las strippers los miran picaronas mientras se tocan. Santos les envia besos y se relame como un gato hambriento. Belén disfruta de los dedos de él y se toca los pechos ardientemente. Mira a las chicas tras el cristal y se relame complacida. Santos la sienta sobre su miembro y comienza a guiarla. Las strippers los miran y se tocan. Se besan entre ellas. Es un duelo de placer y lujuria.
El encargado entra a ver que ocurre, porque el resto de los clientes han protestado por el paron del show. Echa a las chicas a un lado y golpea el cristal.
- No se está permitido el contacto sexual en las cabinas. Os podeis tocar pero nada de follar.¡ Salid ya o llamo a Abelardo, mi perro guardián!
Santos saca el dedo que tiene en la boca de Belén y se lo muestra en señal de rebeldia. El otro golpea mas fuerte el cristal.
- Vosotros lo habéis querido...- y desaparece hecho una furia. Las chicas se parten de risa y los vitorean.
A Belén toda esa excitación la tiene a mil y agarrando el cuello de Santos se corre gimiendo suavemente y despacio. Saboreando cada embestida de él.
-Quiero acabar en tu boca nena- la voz de Santos es apenas un susurro. Está tan excitado que apenas puede respirar. Todo lo que ha pasado es un subidón. El ser observados, el peligro, la violencia del encargado...
Belén se levanta y se pone a ello. Hace lo que mejor sabe hacerle. Sabe como llevarlo al limite y lo devora. Succiona, lame. Toda en la boca, la mantiene. Le agarra los testiculos, suavemente. Se los lame y cuando ve que esta a punto se la vuelve a introducir en la boca y el caliente nectar de su hombre la llena. Por completo. Santos se convulsiona y le agarra la cara, para notar en su garganta como ella se lo traga todo. Le acaricia el pelo. Siente unas llaves al otro lado de la puerta. Pero le da igual. Ya ha acabado todo. Todo lo que ellos querían hacer.
El encargado zarandea a Belén y el "Abelardo" le da un cuantos mamporros a Santos, que se parte de risa mientras los sacan del local. Ya en la calle, les lanza un beso cariñoso y les da las gracias. Comienzan a caminar hacia el coche pero una voz,desde atrás, los detiene.

- Hola, trabajo de técnico para una productora de cine porno amater. ¿Os gustaría, grabar algo y enviárnoslo?... sois buenos ¡ehh!.

Santos y Belén,  carcajeándose, se alejan abrazados...

- Y yo soy Steven Spielberg, no te jode. ¡Anda! vete a seguir matándote a pajas, fantasma....


lunes, 13 de mayo de 2013

EL PODER DE LAS LAGRIMAS...



La lluvia le calaba los huesos. Plantado en la puerta del restaurante, asi se había quedado. La pequeña y dulce Noelia le había dejado tirado. Una hora y media más tarde y, empapado, se rindió. Apenas tenía carga en el móvil, para una última llamada perdida. Se la jugó a una sola carta. Si no contestaba se largaba a casa y borrón y cuenta nueva. No entendía porqué se rebajaba tanto por aquella tia. Pero desde que la habia visto por la web cam en aquella página de encuentros de internet, no había logrado quitársela de la cabeza. Era deshinibida, atrevida, divertida. Al principio tenia sus dudas, porque sólo la había visto en fotografías. Ya le habian tomado el pelo alguna que otra vez. Por eso al tercer dia se soltó y le propuso, sin tapujos,  poner la web cam y hablar cara a cara. Sin trampa ni cartón. Ella accedió sin problema, para su sorpresa. Y descubrió que ella era mejor aún de lo que él había creido. Y después de un par de meses de charlas y calentones a medianoche, se decidió pedirle una cita. Quedar en Segovía. Ella era de Valladolid y él vivía en Aranjuez. Y les pareció un buen punto de encuentro. La cita: Sábado 15 de Junio en el asador "El Cordero Lechal" a las 9 de la noche.
A Javier, le sonaban las tripas. Llamó y dejo que sonara unas 6 veces. Si lo dejaba sonar más veces iba a parecer que estaba desesperado y, cuando iba a colgar, ella respondió.
- Perdoname Javi, me vas a matar. He perdido el autobus que salía a las 7 y media. Y he tenido que esperar al de las 9. Estoy llegando desde la estacion, en taxi. Esto es un caos con la lluvia. Mi autobus pinchó. Estoy empapada. Pensarás que soy un desastre... lo siento. ¿Me perdonas?. Por favor, me perdonas di que si...
....
Javi se habia quedado sin bateria en ese preciso instante. Noelia se quería morir.
- "Se va a ir, si. Ese no espera. Seré tonta...joooo".-pensaba desesperada.
El taxi se acercó a la esquina del restaurante y fue cuando ella lo vió, plantado bajo la lluvia, con una sonrisa de oreja a oreja.

- Pobrecillo- penso- Y yo creyendo lo peor...

Segun se bajó Noelia se saludaron, apresuradamente, con un fugaz y casto beso en los labios. Y entraron como un rayo en el restaurante, a ver si tenian la posibilidad de comer algo y que les permitieran entrar con esas pintas. El camarero era un encanto y los llevó a un lugar apartado. Les invitó a un aguardiente cortesía de la casa, para que pudieran entrar en calor.
Pidieron la especialidad del día, un botella de vino de la tierra y pasaron el rato entre risas, confidencias y furtivas caricias. Decidieron dejar de abusar de la confianza del personal del restaurante. Pidieron la cuenta, unos cafés y salieron a la calle . Desde hacia rato habia dejado de llover pero ellos aún seguían un poco empapados. Aunque a ello eso les deba igual.

- Ha sido una noche movidita. Parecía que al final no ibamos a poder conocernos y ha salido todo mejor de lo que esperaba al principio, la verdad. Pese a los imprevistos- confesó Javier timidamente orgulloso.
Noelia le miraba con los ojos chispeantes. Se le había subido un poquito el vino a la cabeza y se lanzó a sus brazos, sin previo aviso. Le plantó un beso en la boca y él no pudo resistirse.

-¿No creerás que he pasado el infierno que he pasado esta tarde y esta noche para estar aqui por una simple cena?- confesó una atrevida Noelia entre susurros con los labios pegados a los de Javier.

- Iremos donde tu quieras. Estoy a tus pies. Seré tu devoto súbdito, mi reina.

Entre arrumacos, besos y magreos llegaron al hotel de Javier. Cerca del casco antiguo. A ella le pareció un poco viejo pero, cuando vió la cama de la habitación, dejó de ponerle pegas.

-Resistirá- dijo ella entre risas, picarona, mientras se quitaba las empapadas botas- No seas tímido, seré buena, no te romperé. Sólo saldrás un poco magullado y maltrecho. Pero ya sabes como soy. Nunca te he escondido nada.

 Javier no dejó que ella terminara la frase y la empujó, suavement, hacia la cama. Ella quedó tumbada boca arriba. Apoyada en los codos, lo miraba desafiante y lujuriosa. Él comenzó a quitarse la ropa, de forma violenta y brusca.
- Mmmmm... no esperaba un striptease, ¡qué honor!.

Sin mediar palabra se quedó completamente desnudo ante ella.

- Ahora tú. Pero no te levantes. Quiero ver como te retuerces mientras te sacas la ropa. Déjate las bragas. Quiero arrancártelas- la voz de Javier sonaba ronca y profunda. Noelia sintió un latigazo de placer entre las piernas, en su rincón más intimo., donde la humedad de su vagina hizo presencia, al instante.

Hizo lo que él le pedía. Javier, jadeante se acercó a la cama y la agarró de los tobillos. La atrajo, violentamente, hacia él dejándole las piernas a cada lado de sus caderas con el sexo de ella sobre su erección. Comenzó a frotarse con ella lentamente, sin dejar de mirarla. Noelia, arqueada, se dejaba hacer, mientras él le metía los dedos entre sus braguitas y notaba, en sus dedos, lo húmeda que estaba. En un gesto muy erótico se llevó los dedos a la boca y se los lamió. Ella se estremeció.

- Quiero más, dame más- jadeó enloquecida por el deseo.

Javier le arrancó las bragas y se agachó entre sus piernas y sin dejar de acariciarla hundió su boca contra el sexo de ella. Las manos subian y bajaban desde las caderas a los pechos. Pellizcando sus pezones, retorciéndoselos. Ella le agarraba el pelo y tiraba de él. Le quería dentro, en las entrañas. Sucumbió al orgasmo al poco tiempo. Pero, aún asi, él continuo con la tortura unos minutos más. Venciéndola, derrotándola. La miró tumbada, gimiendo aún, temblorosa. Ella notó la mirada y se incorporó.

- Te pedí que me dieras placer oral y has cumplido. Con creces. Tendré que cumplir mi parte del trato, ¿no?. Soy una mujer de palabra. Pero necesitaré un poco de ayuda, al principio- La voz de Noelia era un sensual reclamo que resonaba en los oidos de Javier.

- No pretendo que sea ya. Podemos esperar un poco...
- Lo deseo, te deseo ya, nene.

Sin dejar de mirarlo, se acercó, lo tomó de la mano y lo obligó a sentarse al borde de la cama.

- Ahora coge mis flujos y juega con la entrada. Puedes meter un dedo, lentamente. Tendrás que ayudar a dilatarme.

A Javier, le faltaba el aire y la boca se le hacía agua. Nunca había tenido sexo anal con ninguna de sus novias, ni siquiera con las chicas con las que se había acostado. Ni tan siquiera la prostituta con la que habia estado en la despedida de soltero de su primo. Era virgen en ese mundo. Y no se acababa de creer que aquella chica menuda y bajita tuviera los arrestos de ser la primera en "desvirgarlo". Obedeció a todo lo que ella le ordenaba y comenzó a jugar e introducir un dedo, lentamente y poco a poco. La respiración de ella era entrecortada, pero jadeaba ligeramente.

- Sigue, muevelo un poco más. Da vueltas cielo. Si lo haces bien será la hostia, pequeño.

Menuda tía. Le encantaba lo resuelta y decidida que era. Sin tapujos, disfrutando de su cuerpo.

- Ahora introduce dos. De la misma manera. Fijate como van entrando solos, casi sin resistencia. Falta poco, cariño. Muy pronto estarás en la gloria- ella hablaba con una seguridad aplastante.

Él creía que iba a desmayarse en cualquier momento. Hiperventilaba y respiraba trabajosamente, Pero estaba tan excitado que le daba igual morirse de gusto esa noche. De pronto ella le sacó la mano. Y, a tientas, le buscó y le introdujo lentamente el miembro. Él se quedó paralizado y sintió fuego a lo largo de su erección. Comenzó a sudar y a jadear como un loco. Permanecía quieto. Dejando que ella llebara el control. Y entonces ella comenzó a ascender y descender, lentamente. Le cogió una mano y se la llevó al clitoris. Se agarraba los pechos, se los estrujaba y le pedía más:

- Yo llevo el ritmo, pero tu tienes que ser bueno y jugar con mi clitoris. Quiero irme contigo. Quiero sentir como te vas dentro de mi. Sentir tu liquido caliente escurrir por mis piernas. Hazlo, cielo.

Movía los dedos a un ritmo frenético, mientras ella lo llevaba a los limites del placer en cada movimiento. Con cada embestida. Jadeos, gemidos y sudor. Todo concentrado en aquellas cuatro paredes. Parecían dos bestias en celo. Dejándose poseer el uno al otro. Y de pronto él  no puedo aguantar más y entre resoplidos y gemidos se fue. Ella le siguió a los pocos minutos, arqueada, mientras le buscaba con la boca para devorársela.
Permanecieron encajadados, besándose y acariciándose un rato más. Él salió de ella con delicadeza y la sentó en sus rodillas. Ella rendida se dejó arropar por sus brazos. Se quedaron así. En silencio. Sobraban las palabras. Sólo querían estar así. Se tumbaron. El uno junto al otro, mirándose. Hasta que ella, fianalmente, alcanzó a decirle:
- Nunca he practicado sexo anal. Me daba miedo hacerlo con un tio que supiera, porque temía que me iba  a hacer daño. No te lo he querido decir, porque me daba verguenza. He estado tan insistente con el tema, que ya no me podía echar atrás. Lo que he hecho, lo vi en una peli porno...

Las carcajadas  de Javier, resonaron en la habitación. Ella, roja como un tomate, se tapó la cara con la almohada. Él, divertido, luchaba por apartársela y darle un beso. Logró vencerla con cosquillas. Y derrotada y humillada, ella finalmente le miró a los ojos.

-Eres toda una caja de sorpresas pequeña princesa. Nunca he conocido a nadie como tú. Nunca. Y quisiera ser tan valiente y tan atrevido como lo eres tú. Si me dejas, seré tu más fiel escudero. Hasta que te vayas. Porque se que me ocultas algo. Se que estás enferma, y no creias que  lo iba a descubrir. Pero no importa. Permaneceré a tu lado hasta el final. No te dejaré sóla.
Noelia dejó salir, por fin las lágrimas y se dejó besar y acariciar por Javier. Hasta que se quedaron dormidos.

P.D: ( Los buenos momentos de la vida, son pequeñas gotas de lluvia. Una solo puede parecer insignificante, pero millones de ellas pueden llenar el más seco y frio de los corazones. No desprecies el poder purificante de las lágrimas. No desprecies el amor, cuando te llega sin previo aviso. Solo dejate llevar y agradece a la vida lo que dure).


lunes, 8 de abril de 2013

DULCEMENTE RETORCIDA


Entre la  elegante burguesía de la Europa Oriental se estilaban unos exquisitos gustos por lo perverso. A mediados del siglo XIX en la vieja Moldavia eran muy comunes las relaciones extramaritales en las fiestas de sociedad. Entre lo más nutrido de las familias mas acomodadas de  Tighina  eran conocidos los gustos perversos de la dulce y retorcida Ludmila Petruscu. Ella no pasaba inadvertida en esas fiestas secretas. Solía extralimitarse con sus desdichados acompañantes. Pero nadie conocía su más intimo y cruel secreto. Ese por el que se había convertido en la mujer despiadada que era ahora.

Una de tantas tardes de verano de 1838 una jovencita y vital Ludmila acudió, como cada día, con unas amigas a bañarse a las orillas del Dniéster. Alli se reunía un grupo de jovenes burgueses adolescentes con apetitos carnales. Ludmila llevaba un largo vestido que con el suave tacto del agua marcaba sus prominentes curvas de mujer. Le avergonzaba ser una chica más desarrollada de lo habitual y se tapaba avergonzada sus marcados pezones. Se tumbaba en las mantas boca acabo para secarse. Quería pasar desapercibida, pero su cuerpo la delataba por donde quiera que iba. Hasta que él posó sus ojos en ella. Desde un banco del concurrido paseo, el joven conde Vasile Marinutsa la observaba, como un depredador al acecho. Analizando los movimientos de su nueva victima. Llevaba unas extrañas y siniestras lentes oscuras y, pese al calor y la humedad de esas tardes, cubría su cuerpo con toda clase de ropajes y capas. Las chicas se apresuraron en irse, cuando el sol comenzaba a entibiarse. Ludmila se quedó rezagada, luchando con sus rebeldes enaguas. Subió las escaleras que daban al paseo y, prácticamente, se dió de bruces con Vasile. Ella se apresuró a disculparse y a él le pareció un gesto tan tierno y conmovedor que esbosó una siniestra sonrisa. Ella quedó paralizada. Acercándose al oido, él le susurró:

- Mirando a los ojos de un hombre atentamente, pequeña, podrás averiguar sus intenciones al instante- y diciendo esto se quitó las oscuras lentes y la miró fijamente.

Ludmila se estremeció al ver aquellos ojos verde esmeralda, con un aro de fuego alrededor. Pero se sintió atraida, irrefrenablemente, por ese desconocido.
Vasile se conocía todo los trucos para embaucar a sus presas. Su mirada encendía su fuego interno y la victima no podía hacer otra cosa que entregarse, sin resistencia.
Sin saber ni como ni donde, Ludmila se encontró en un cuarto, tumbada y semidesnuda en una cama con un elegante dorsel. La tenua luz de la mañana le acariciaba las mejillas. No recordaba como había llegado alli. Tan sólo recordaba un extraño sueño. Se veía a si misma, desnuda, sensualmente abierta sobre aquel desconocido de la playa y con las piernas a cada lado de sus caderas. Retorciondose y balanceándose salvajemente poseida. Él desconocido metía sus dedos en su boca y ella se los chupaba, avariciosa. Con la otra mano le pellizcaba los pezones, los estrujaba. Ella subía y bajaba viendo como el miembro la llenaba desde atrás mientras ella jugaba con su clitoris compulsivamente. Introduciéndo sus dedos abandonada al placer.  Esa imagen hacía que el rubor acudiera a sus mejillas mientras que su sexo se humedecía, vergonzosamente, descontrolado. Miró hacia la puerta cuando escuchó unos pasos acercándose. Se cubrió, timidamente, los pechos desnudos con las sabanas, mientras el corazón se agitaba  y amenazaba con salirse por la boca. La puerta se abrió y alli estaba aquel extraño del rio, otra vez. Llevaba una bandeja, con lo que parecía un copioso desayuno. A ella le rugieron las tripas y el hambre atenazaba su cordura. Vasile le sonrió y con un gesto compasivo le dijo:
- Dulce Ludmila, debes reponer fuerzas para mi. No me servirás de mucho débil y flacucha cariño.
Ludmila contuvo el aliento, pero sacó fuerzas para instigarlo:

- ¿Quién es usted?. ¿Por que me tiene aqui, retenida?. ¿ Por qué no me están buscando mis padres o la policia?.
- Te dan por muerta, Ludmila. Todos creen que caistes del puente de los comerciantes y que al caer te golpeastes y te arrastro la corriente del rio. Todavía, te buscan, inutilmente. Ya no tienes a nadie, eres para mi. Anoche me complacistes tan bien. Mi dulce y retorcida Ludmila. Tan joven y tan experta amazona...
Ludmila sacó fuerzas y luchó por escapar, arrastrando la bandeja y su contenido con ella. Pero él la atrapó, desde atrás. Apresando su cuello con sus duras y expertas manos. Unos segundos y Ludmila estaba relajada y sumisa. Le apartó el pelo y la mordió, en el mismo lugar que lo había hecho la noche anterior. Ludmila, jadeaba y gemía de placer, sin control sobre si misma. Vasile deslizó una mano por sus pechos y la bajó, lentamente hacia su sexo. Le levantó las enaguas y posó su fría mano sobre su sexo. Comenzó a frotarla mientras continuaba saciando su sed. Ella buscaba su mano, sedienta de placer. Él sonreía entre dientes, con la sangre escapapándose por la comisura de los labios. Introdujo  los dedos en el interior de ella. Consiguió que se arqueara y le agarrara el pelo, violentamente. Él se dejó hacer. Pero, sutilmente, la fue llevando a la cama. La empujó boca abajo contra el colchón, le agarró los brazos por encima de su cabeza. Le arrancó las enaguas y la sodomizó brutalmente. Pero Ludmila ya no era una frágil y miedosa muchacha. Era una animal en celo que gritaba y jadeaba salvajemente. Soltando toda clase de barbaridades poco dignas de una jovencita de su clase.
- Anoche, al principio, no te gustaba cuando te subi sobre mi, abierta. Te poseía por detras mientras tu sexo me recreaba la vista, mientras te tocabas lujuriosamente para mi. Eres una caja de sorpresas pequeña Ludmila. ¿Qué más tienes para mi?- le jadeó asquerosamente al oido.

Ludmila se abrió más, se colocó a 4 patas y comenzó a tocarse ella sola, mientras él continuaba sodomizándola atrapando su pelo entre las manos. Embistíendola sin compasión hasta llegar al orgasmo. Le apartó las manos y continuó masturbándola mientras la continuaba penetrando. Hasta que la llevó al extasis, a la locura. Cayeron, desvanecidos, sobre la cama. El uno junto al otro, sudando y resoplando como potros salvajes. Él se giró boca arriba, con una sonrisa triunfal:

- Mia, sólo mía Ludmila. Serás mía para siempre. ¡ Que suerte haberte encontrado, preciosa!...

Comenzó a reir a carcajadas hasta que sintió algo punzante y frío en las costillas. Se agarró el cuello, luchando por respirar. Pero él no respiraba, hacía mas de medio siglo que ya no pertenecía a este mundo. Miró hacía la ventana y la silueta de Ludmila se avalanzaba sobre él. Tapándo la luz que entraba por las ventanas. Sus ojos estaban inyectados en sangre.

- Gracias por los cubiertos de plata, maldito bastardo sibarita. Gracias por los consejos. Ahora se que ningún hombre volverá a doblegarme jamás. Porque si he acabado con un monstruo, cualquier hombre será arcilla moldeable entre mis manos... Y ahora... ¡ Vete al infierno animal!!

El cuerpo de Vasile Marinutsa yacía inerte en la cama, rodeado por un gran charco de sangre.
Ludmila desayunaba con las manos ensangrentadas Pelmenis rellenos de dulce de guindas, su favorito. Mezclando la salsa con la sangre de Vasile, sin ningún atisbo de remordimiento. Ese día Ludmila Petruscu pasó de ser una inocente victima a la verdugo más temida de todas las regiones rumanas. Así como se ganó apelativo de la"concubina del Vlad el empalador".

sábado, 23 de marzo de 2013

ENCADENADOS


Siempre lo supe. Desde pequeña. Me apasionaba castigar, fustigar, aterrorizar a todo bicho viviente que cayera en mis manos. Con los años me fui perfeccionando en el arte de la tortura. Me volví mas selectiva pero no menos cruel.  Nada de escenas dantescas. Entendía que existían muchas formas de tortura. Muchas de ellas sin el uso de la violencia. La crueldad erótica se convirtió en mi pasión. Pero tenía un problema. La mayoría de mis amantes no soportaban durante mucho tiempo mi divertida y amenazante compañía. Así transcurrieron muchos años de mi vida.
Cercanos ya los cuarenta años, una hastía tarde de domingo, paseando entre los puestos de la feria del libro lo conocí. Hashîm era representante de una editorial arabe y me ofreció unos ejemplares de poesía erótica arabe. Me sorprendió su mente abierta y deshinibida con el tema. La charla se fue alargando y los puestos de la feria comenzaban a cerrar y me invitó a continuar en un café cercano a la plaza.
Hashîm era un hombre culto, de gustos refinados. Cada gesto, cada palabra me invitaba más a conocerlo en otras circunstancias. Como por ejemplo con grilletes y los ojos vendados en mi cama. Deseché ese pensamiento inoportuno. Muchas veces, cuando conocía a un nuevo hombre, mi cara reflejaba mis pensamientos más calientes y no me daba tiempo de llevarlos a mis aposentos. El café cerró y seguíamos dentro. Con un elegante gesto llamó al camarero y pidió la cuenta. Tras un discusión sobre quien pagaba nos fuimos del local. Cuando me disponía a ser una chica buena y decente y despedirme de Hashîm con un casto y decoroso beso en la mejilla, me sorprendió empujandome contra un portal y devorando mi boca. Sus labios eran como un caramelo dulce que se derretía en mi lengua Y sus manos firmes  agarraban mi cara para asegurarse de que no escapara de sus dominios. Me susurró al oido que tenía unas historias muy interesantes que llevar a la práctica y mi lado perverso se relamía de tal manera que mis pasadizos secretos humedecieron hasta que las paredes chorrearon....
Me invitó a su hotel pero yo sugerí mi casa, que estaba a unos siete manzanas andando. Quería moverme por terreno seguro. Además alli estaba toda mi artillería pesada. La subida al quinto piso se hizo eterna. En cada rellano, en cada escalón jadeabamos, nos tocabamos y saboreabamos.
Mi piso, en mudanza permanente, estaba medio vacio. Lleno de cajas. A él le hizo gracia, me decia que le encantaban las mujeres poco preocupadas por la decoración. Bien por mi, pensé. Lo invité a pasar a mi cuarto. Su cara dibujó una sonrisa al ver mis "juguetes" y "herramientas de tortura" colgados por las paredes.

- Tu y yo hablamos el mismo lenguaje mi dulce y perversa Cristina.- dijo con un tono frio y maquiavelico que me dejó helada- pero  nunca me gusta ceder el control, preciosa...

En un rápido gesto atrapó mi pelo con una mano mientras, con la otra, agarraba mi mentón obligándome a mirarle. Jadeo cerca de mi boca y comenzó con un beso largo y profundo. Recreándose en  cada rincón. Me obligó a agacharme y a ponerme de rodillas. Todo aquello era nuevo para mi. Me desconcertaba ceder el control. Pero a la vez sentía curiosidad. Y decidí dejarme llevar.
Se arrodilló a mi lado y comenzó a desvestirme. Frente a frente. Abrió un cajón de la comoda y descubrió algo de mi lencería. Escogió a su gusto. Me ordenó que me levantara y que me la pusiera. Me excitaba verle mirarme,implacable y frio. Una vez vestida, me llevó hacía la cama con las dos manos atrapadas a la espalda. Me esposó a cada esquina de la cama. Y quedé vulnerable a sus ojos.  Expuesta a su voluntad. Pero no sentía miedo. Avanzó por el cuarto. Observando mis juguetes colgados en las paredes. Parándose ante cada uno de ellos y mirándome, después, divertido. Le suplicaba que me soltase. Pero era puro teatro nada más. Quería tantearle.  Me dijo que disfrutaba viendome atada. Escogió, finalmente, un latígo de piel de ante y una fusta de cuero. El mango del látigo tenía forma fálica. Lo empapó, lentamente, con su lengua. Centimetro a centímetro. Mientras me miraba lascivamente. Comenzó a pasearlo por mi cuerpo. Bajó los tiros del sujetador de cuero y paseó las tiras de ante por mis senos. Me estremecí. Atrapó, violentamente, uno de ellos con las manos. Mientras me besaba y jadeaba a la boca. Cuando el beso iba a más profundo se alejaba, torturándome, martirizándome. Yo jadeaba inclinando la cabeza, buscándole. Él reía y volvía a pellizar mi pezón. Volvió a lamer el mango del latigo. Y bajó, despacio por mi cuerpo hasta llegar a mi clitoris. Agachó la cabeza y comenzó a jugar con el. Sin prisa, una lenta y agonizante condena. Eso era lo que me esperaba. Levantaba, inutilmente, mi pelvis, en busca de su boca. Y una y otra vez me la negaba. Con el mango comenzó a jugar a la entrada de la vagina. Mojándolo con mis fluidos. Y comenzó a introducirlo. Agarró, entonces, la fusta de cuero. Y comenzó a golpear suavemente mis pezones. Me convulsionaba a cada toque, era una descarga brutal. Jadeaba, lloraba. Y él reía, se relamía como un depredador a punto de devorar a su presa, tras jugar con ella toda la noche.  Estaba a punto de llegar al orgasmo pero sacó el mango bruscamente. Dejándome tan sola y desamparada. Tan vulnerable que unas lágrimas brotaron sin control por mis mejillas. Eso lo desconcertó. Y lo hizo decidirse a parar y observarme. Se desvistió y se tumbó a mi lado. Me quitó los restos de la ropa que llevaba encima. Besó mis lagrimas y comenzó a hablarme dulcemente en lo que yo, supuse,  era árabe. Comenzó de nuevo a besarme lenta y dolorosamente. Me susurró al oido: 

- Dejame disfrutar del control un poco más. No te arrepentirás preciosa... no sufras... dejate llevar...

Me tapó los ojos con su mano mientras me abria las piernas con la otra. Note algo frío que entraba dentro de mi. Pero en lugar de tensarme, de negarme a sentir... decidí relajarme. Me obligué a no mirar. Ceder el control definitivamente. Él sintió ese cambio en mi cuerpo, sintió como mis músculos se relajaban y sacó el objeto de mi vagina. Me quitó los grilletes de los pies y comenzó a devorar mi sexo. Agarrándome con ambas manos por la espalda, arqueándome para poder deleitarse más. Jugó e hizo lo que quiso conmigo. Una sensual y lenta agonía de lujuria. Se alejó unos instantes y volvió con la fusta. Me desató las manos. Me hizo ponerme de espaldas y comenzó a subir con su humeda lengua por mis piernas. Hasta llegar a las nalgas. Tan pronto me acariciaba como me fustigaba, dulcemente salvaje. Continuó hasta que no pudo más y abriendo mis piernas se introdujo dentro de mi. De un solo golpe, haciendo que saliese de mi boca un jadeo brutal. Y comenzó a entrar y salir de mi cuerpo con fuerza, con energía. La tensión de la noche me hizo deshacerme y el orgasmo acabó por llegar y permanecer durante largo rato. Y, finalmente, él me pidió acabar en mi boca. El placer de complacerle y ese sabor en mis labios desató en mi un inesperado deseo de tomar el control. Pero me contuve, le dejé hacer e irse, entrando y saliendo de mi boca agarrandome el pelo de forma salvaje. Salió de mi boca y me contempló, complacido y orgulloso. Me besó el pelo. Se vistió, lentamente, sin dejar de mirarme. Se alejó de mi para desaparecer por la puerta. Dejándome con mis pensamientos, con mi agonía, en la fría y vacía cama. 
No volví a saber más de él hasta una mañana, meses después. Al salir de casa, descubrí en el felpudo de mi puerta un ejemplar de una novela. "Mi ama domada" por Hashîm Jemarne. Y entre las páginas una nota escrita en árabe y en una pequeña esquina del papel, la traducción:

وتلك الليلة، حبي الحلو، وتدرس لك هذا منقاد المتواضع، وقوة التواضع. كما بأمان الركوع والقيمة. لك إلى الأبد ... هاشم

(Y esa noche, mi dulce ama, le enseñaste a este siervo sumiso, el poder de la humildad. Como doblegarse con elegancia y valor. Tuyo para siempre Hashîm...)

viernes, 8 de marzo de 2013

AL AMANECER

Los primeros rayos de sol asomaban entre las cortinas.  Ella permanecía en la cama. Por un lado de la sabana aparecía, desafiante y respingón, su delicioso culo destapado. Era tan inquieta que no era capaz de permanecer en paz ni durmiendo. Él se había duchado y vestido ya.  Demoró un rato ante el espejo. Al salir del baño la miró. Una sonrisa pícara se dibujo en su cara.  Divertido ante la imagen de ella en la cama, sin pensarlo dos veces, se acercó a ella desde atrás. Le levantó un lado de las bragas y le mordió, suavemente, una de las nalgas. Ella se removió perezosa. Él la volvió a morder, esta vez mas fuerte. A ella se le escapó un gemido. La reacción que tuvo fue una erección inmediata. Le excitaba escucharla en esos momentos de placer. Sin pensarlo dos veces se bajó  los pantalones y los calzoncillos. Comenzó a frotar su miembro, ardiendo, contra las nalgas de ella. Se tumbó y comenzó a morderle la oreja, a jadearle, a susurrarle. Ella, medio dormida, pegó su cuerpo y le agarró la erección con la mano, ansiosamente. Los jadeos aumentaban. Comenzaron a besarse, lengua contra lengua, apasionadamente. Le abrió las piernas, desde atrás, suavemente y comenzó a jugar y pellizcar el pequeño botón que activaba su placer. Ella estaba super humeda. Él le introdujo los dedos. Pero ella le quería dentro. Se abrió y lo  guió, diestramente, hasta la entrada de la vagina. Lo introdujo de golpe. Duramente. Ella se arqueó y retorció, excitada. Seguían besándose y él comenzo a apretar y pellizcar sus pezones. Ella respondió abriéndose mas para él. Estaba tan mojada que pequeñas gotas de flujo manchaban la cama. Él mojó sus dedos y se los introdujo en la boca, para luego brindárselos a ella. Continuaba moviéndose y ella, gimiendo desatada, le pedía más. Él comenzó a pasar su miembro por detrás. Humedeciéndolo. Para luego introducirle los dedos. Los jadeos aumentaban escandalosamente. La dilataba y dilataba. Ella estaba absolutamente entregada. Abierta para él. Sin control. Él comenzó a introducir su miembro, lenta y suavemente, separandole las nalgas. Podía sentir como la piel de ella se erizaba. Lo puso a cien. Se introdujo del todo. Y permaneció dentro de ella sin moverse a penas unos minutos. Sentía todo su pene atrapado y salivaba de placer. Ella comenzo a moverse en círculos. El quebró un grito ahogando. Ella siguió moviéndose, de delante hacia atrás. Metiendo y sacando su miembro cada vez mas rápido. Él agarró sus caderas. Acompañando el ritmo. Le daba tortas y eso a ella la encendía mas y comenzó a gemir mas aceleradamente. Él introdujo, dulcemente, los dedos dentro de la vagina. Dedo a dedo, la iba llenando. Ella gritaba y le pedía mas. Y el orgasmo le llegó agarrando su cabeza desde atrás. Gimiendo y maldiciéndolo. Pidiéndole que no parara. Él comenzó a notar que le venía. Intento salir fuera pero ella, pero lo atrapó con la presión de sus músculos y notó su semen caliente saliendo a borbotones en su interior. Él, con los ojos en blanco, se convulsionaba y jadeaba de forma brutal apretando sus caderas. Se descargó completamente dentro de ella. Se comieron la boca a lengüetazos... Jadeando,sudando...  Permanecieron abrazados una rato. Hasta que un claxon en la calle los despertó del letargo. Él se vistió del tirón. La besó apasionado y ella lo despidió con un guiño mientras acariciaba su prominente tripa de siete meses de embarazo.
- Se habrá quedado dormido, jajaja...- rió él.

lunes, 4 de marzo de 2013

EL LIENZO


Desde la noche a la mañana. Se pasaban el dia discutiendo, pero se adoraban. Habia entre ellos una química muy especial. Dificil de describir. A veces colegas, otras amantes. Nunca habia indiferencia. Ella llevaba unos días maquinando algo. Él la observaba intrigado. Sabía de su capacidad de inventiva. Pero pasados unos días entre el trabajo y los compromisos sociales, se distrajo del objetivo. Vivía por y para el trabajo. A veces, ella, se sentía sóla. Pero, aún así, ideó a la perfección un plan de seducción. Para volver a conquistarlo.

Compró un  enorme rollo de papel  continuo marrón. Pinturas para pintar a mano. Dos botellas de vino tinto y una caja de condones. Su cara radiaba satisfacción. Se sumergió en un baño de espuma estrenando la primera botella de vino. Relajada y segura de si misma, acariciaba su piel con el  suave cosquilleo de la espuma. El contacto del agua caliente entre sus muslos la excitó. Y comenzó a tocarse. Primero los pechos, los pezones. Bajando a su pubis. Titubeante comenzó a tocar su clitoris y comenzó a masturbarse perdiendo el control. Consciente de que estaba al borde del orgasmo se contubo. Quería reservarse para él. Salió de la bañera y se dispuso a preparar la sorpresa. Pero al cabo de un rato recibió una llamada inesperada. Él se retrasaría, le había surgido una cena de negocios de última hora. A ella se le cayó el alma al suelo. Se tumbo en el sofá desnuda y decidió acabar con el resto de la botella de vino que le quedaba.
La venció el sueño, cansada ya de esperar.  Unos golpes en la puerta la despertaron. Se asomó a la mirilla, pero no reconocía al extraño. Éste volvió a golpear con más fuerzas, haciendo que ella diera un respingo. Preguntó que quería. Él contestó que traía el pedido. Alguien había pedido comida tailandesa a domicilio. Ellas sospechó de quien se trataba. Instó al repartidor a que esperara unos minutos y pilló la bata de seda que tenía tras la puerta del baño. Recordó que no tenía demasiado dinero en la cartera. Preguntó, tras la puerta, por la cuenta. El repartidor le aseguró que todo estaba pagado.  Al instante abrió la puerta y descubrió a un tio con pinta de friki y pocas luces. Pero ¡qué demonios! era endemoniadamente atractivo. Sintió un brutal latigazo entre sus piernas. Pero a la vez se avergonzó de tener esos deseos. Sus pezones la delataron y el repartidor sonrió satisfecho de si mismo. Parecía tener controlado todo lo que se referia al personal femenino. 

- Puedes dejar las bolsas sobre la mesa, gracias- indicó ella nerviosa cruzando, torpemente, los brazos delante del pecho, sabiendo la vida propia de sus pezones.
- Tienes una casa muy chula- le dijo él, paseándose como un lobo a la caza por el apartamento- ¿Eres artista o algo así? , ¿son tus cuadros?...
- Si, soy pintora y diseñadora de interiores...gracias por todo. Has sido muy amable. Ya puedes irte.
Él la miró lascivo, relamiéndose el labio, y se dió cuenta del papel contínuo marrón que cubría una de las paredes del fondo. Vió los botes de pintura...
- ¿Puedo?- dijo metiendo su mano en uno de los botes.
- Claro, pero podrías mancharte el uniforme- titubeó ella.
- Mmmm... me gusta la sensación de la pintura caliente en mi mano. ¿Pintas así o te he pillado preparando una pequeña fiesta?- dijo mirando con picardía la botella de vino y la copa junto al sillón. 
A esas alturas ella empezó a deseperarse y a preocuparse.
- Te estarán esperando para seguir repartiendo, supongo. Gracias por las molestias.
- No hay prisa. He terminado mi turno hace media hora. Esto era un favor a mi compañero. Y al final, parece que el favor me lo ha hecho él a mi. 
Pasó la mano por el papel dejando un rastro de pintura roja a su paso. Se giró y se acercó a ella como un gato salvaje a punto de atacar. Ella estaba petrificada. No podía moverse. Le acarició los labios, pintándoselos. Ella dejó escapar un gemido. Y él aprovechó para besarla.
- A una chica como tú no se la hace esperar... Se la trata como una reina...
Aferró la otra mano a su cadera, y continuó pintando su rostro mientras la besaba lenta y profundamente. Ella se dejó llevar en el momento que notó su erección luchando por escapar de sus pantalones. Despojándola de la bata, contínuo paseando su mano por el resto del cuerpo de ella. Dejando a su paso un reguero de pintura. Utilizando su cuerpo como lienzo. La empujó hacia el papel. Metió la mano de nuevo en pintura, esta vez azul y acarició sus pechos. Pellizcando sus erectos pezones. Ella permanecía de pie, ensimismada. Aprovechando la incertidumbre de ella, se despojó de la ropa. Quedó desnudo frente a ella. Y comenzó a pintar su cuerpo. El rojo fue el que escogio para cubrir su pene. Ella le ayudaba, completamente ida. Descontrolada. Tal vez era el vino, o era el malestar de ser relegada a un lugar secundario en las prioridades de su pareja. Pero ella moría por vibrar en los brazos de ese extraño. Se agachó y comenzó a jugar con el miembro de él. La pintura iba cubriendo sus pechos, su cuello y su boca. Él pintó su pelo de amarillo al agarrarle el rostro y la cabeza. Guiándola a su erección.  Los cuerpos se frotaban contra el papel dejando una hermosa danza erótica por el lienzo improvisado. Sacó el pene de su boca. La levantó y empujó contra el papel, levantándole la pierna para llegar mas profundamente a la entrada de su vagina. Sin previo aviso introdujo su miembro, latiendo, de golpe. Ella jadeaba nerviosa, inquieta. Con el miedo a ser pillados en cualquier momento. Rezando para que la puerta no se abriera. 
Pero... ¡oh! ¡Dios mío! era tan increiblemente erótico ese momento. Sólo quería abandonarse. Se arqueó para acercar sus pechos a la boca de él. Para disfrutar de esa boca perversa. Cada vez más rápido, más fuerte. Entraba y salía de ella una y otra vez. Él empezó a sentir que le venía, que iba a irse. Pero apuró hasta hacerla llegar a ella al orgasmo. La reacción de ella desencadenó el suyo y sólo tuvo tiempo de salir y llenar la pared con su semen. Acabando así la obra que habían improvisado en el papel. Permanecieron de pie. Uno pegado al otro, jadeando y sudorosos. Él tomó la iniciativa y le acarició el rostro. Y comenzó a besarla delicadamente para alejarse a recoger su ropa del suelo. Comenzo a vestirse mientras la observaba a ella, apoyada en la pared, entregada. La cubrió con la bata. La volvió a besar. Y antes de alejarse le dijo al oido, susurrando:
- Te lo compro y me lo llevo... el cuadro- dijo señalando a la pared.
- ¿Por qué?- preguntó ella dubitativa.
- Porque no quiero que se me olvide jamás este momento.