viernes, 22 de febrero de 2013

UN ÚLTIMO TRAGO, POR FAVOR




- Ven siéntate a mi lado nena.
Y agarrándola por la mano, la atrae hacía él en un gesto posesivo.  Y la besa apasionadamente. Pero ella se escurre de sus brazos en una abrir y cerrar de ojos.
Eva es una mujer difícil, indomable. Marcos dominante y posesivo. Juntos son un manojo de explosivos de mecha fácil.
Él siempre la espera en la barra del bar donde ella trabaja. Vigilando las manos de algún borracho asqueroso que intente tocarla, para partirle la cara. Ella es suya, de nadie más.
Los lunes por la noche, son flojos. La resaca del fin de semana ahuyenta a los pijos de las zonas residenciales. Los lunes solo vienen los colegas de siempre.
Y aparece por sorpresa. Raúl un amigo de Eva desde crios. Ella le cuenta todos sus secretos. Marcos no lo ve con buenos ojos. 

- Algo sucio trama este cabrón- rezonga, siempre, entre dientes, furioso.

 Lleva unos días llamándola, espiándola. Marcos y Eva han pasado esa semana discutiendo por ese jodido entrometido. Y aqui está. Deslumbrante como un diamante cortante.
Se saludan el uno al otro, con desdén, de una punta a la otra de la barra. Eva lo abraza efusivamente y él, disimuladamente le toca el culo. Marcos tiene que hacer un esfuerzo para controlarse y no cortarle el cuello. Se rien, hacen bromas y Marcos va y viene de la máquina de discos como un león enjaulado. 

Los clientes del bar se han ido marchando y Raúl parece no tener intenciones de largarse.
Mientras Marcos va al baño a descargar un poco de cerveza, Eva sale a tirar la basura. Raúl no desaprovecha la oportunidad de acompañarla, para ayudarla.
El callejón esta vacío, la bolsa pesa y aprovechando el impulso para lanzarla dentro del contenedor él la atrapa en un descuido. La besa apasionadamente mientras ella trata de zafarse. Raúl le susurra al oido que la desea, que no aguanta mas. Ella sorprendida lo abofetea. Y vuelve de nuevo al bar, furiosa, dejándolo perplejo y cachondo.
Finalmente, reacciona y la sigue al bar, pero ya ha vuelto Marcos. Se tranquiliza al darse cuenta de que Eva no ha dicho nada. Y para su sorpresa Marcos se le acerca y se sienta a beber junto a él. Eva cierra, anda preocupada por el repentino colegueo surgido entre los dos hombres. Incluso se rien. Marcos la llama y ella, acude cautelosa. Y con un tono sarcástico le comenta:

- Me dice Raúl que ha intentado besarte y le has abofeteado. Bien nena,bien. Pero hemos estado hablando él y yo. Que tu eres lo más importante nena, lo más importante. Y quiero darte una oportunidad para que puedas disfrutar. En los brazos de otro. Quiero estar seguro de saber con  quien quieres estar nena. Te quiero pero las dudas me corroen. Juegas a dos bandas y eso no me gusta. Él está de acuerdo en que seas tu la que elija. Ahora la pelota está en tu tejado, muñeca.  Pero si aceptas exijo estas dos condiciones:
La primera es que quiero mirar, estar presente. Y la segunda que todo acabará con el último trago que me beba de esta botella de Jack Daniels.

Eva se queda petrificada, sin  saber que decir o como reaccionar. Raúl esboza una amplia sonrisa. Esta disfrutando del momento. Ella se acerca, y le dice algo al oido a Marcos. Él la besa, la acaricia, se levanta y se sienta en una mesa cerca del billar. Sin olvidarse de pillar la botella de bourbon de la barra. Eva lo mira alucinada.

- ¿Y bien?, ¿que has decidido?- pregunta Raúl sin rodeos.

- Que si queréis jugar duro, jugaremos duro. Pero el "perdedor" desaparecerá de mi vida para siempre. No habrá mas jueguecitos de estos, jamás. Saldrá de este local y no volverá ni tan siquiera como cliente. ¿Entendido?- Anuncia Eva con una seguridad apabullante.

Ambos dudan y asienten con gesto nervioso. Marcos se queda pálido. Pero se traga su orgullo.

- Se hará como tu digas, nena.

Ella agarra a Rául y se lo lleva a la mesa de billar atrapando la botella de bourbon de Marcos al pasar delante de éste. Le da un trago largo y se sienta en la mesa. Marcos está flipando, Raúl disfrutando. Ella le agarra el cuello y devora su boca. Sin dejar de mirar a un Marcos perplejo y un pelín preocupado.  Siguen con el manoseo, Raúl le sube la falda, ella lo tiene atrapado entre sus piernas. Su camiseta desaparece, tras de ella lo hace el sujetador. El ambiente se va caldeando y Marcos se remueve en la silla inquieto y sofocado. Ellos siguen a lo suyo. Eva continua desvistiendo a Raúl, sin separar sus bocas. Él atrapa su pelo, la agarra con fuerza, mientras una mano se pasea por sus pechos. Los jadeos van subiendo de volumen. La música de la maquina de discos ha acabado. Solo se les oye a ellos dos. El pantalón de Raúl acaba en el suelo. No lleva ropa interior.

-Será hijo de puta- rezonga Marcos- Lo tenía todo planeado...

Eva se acerca al borde de la mesa, está descontrolada, sedienta de placer. Raúl le agarra de las caderas y la atrae hacia él. Le introduce su miembro, lentamente, recreándose. Eva ya no mira a Marcos. Está tirada sobre la mesa, abandonada a sus instintos. Moviendo las caderas, al ritmo que impone Raúl. Los gemidos y jadeos aumentan. Marcos tapa su rostro, desencajado, entre las manos. Preguntándose cómo ha podido ser tan gilipollas. Se sentía ganador. Creía que ella no iba a aceptar o que iba a echarse atrás en el último momento... ¡Qué equivocado estaba!. Aún así se queda. Su orgullo le impide salir  del bar antes de que todo acabe. 
Eva se retuerce, se toca los pechos, con los ojos cerrados entre sollozos de placer. Raúl levanta la cabeza en extasis. Y el orgasmo no tarda en llegar. Aún asi contínuan balanceándose un rato más. Hasta que él cae sobre ella, rendido. Quiere quedarse asi un rato, pero ella lo empuja y se lo quita de encima.  Coge la botella de bourbon que tiene a su lado. Y se la bebe de un último trago largo. Hasta acabársela.
Se viste rápidamente, ante las miradas atónitas de los dos hombres. Marcos se levanta, nervioso y va hacia ella. Eva lo esquiva y continua hacia la barra. Coge las llaves del local, el bolso y toma rumbo hacia la puerta. Ambos se quedan mirándola en la distancia. Esperando una respuesta.

- ¿Qué has decidido, gatita?- Raúl se adelanta triunfante.

- Tu eliges, nena- Resuella Marcos, que ya se ha rendido...

Eva toma aire, los mira a los dos, con ternura. Aparentemente indecisa. Despertando así las esperanzas perdidas de Marcos y quebrando la victoriosa moral de Raúl...

- Iros a la mierda los dos!!.

Y  desaparece en la noche dando un portazo.

miércoles, 20 de febrero de 2013

DEJARSE LLEVAR


He dejado de creer, desde hace tiempo en los principes azules. Descubrí que su sangre es roja, como la de cualquier mortal. Y como cualquier mortal tiene defectos y virtudes. De ti he aprendido lo que se encuentra detras de unas simples palabras. Descubrí un mundo de fantasia,donde a ratos se mezcla la realidad. Descubri que dejarse llevar, perder el control en algunos momentos, es maravilloso.  Y cada dia experimento un sensacion de libertad brutal, que me deja ser como soy.
Las puertas de Sodoma y Gomorra, los jardines más altos de la antigua Babilonia. Todo me fue mostrado y decidí que nunca es tarde para las oportunidades de la vida. A pesar de los años. Lo entendí. Debo dejar espacio en mi corazón a esta nueva experiencia. Y por mucho que me duela, no trataré de retenerla. En todo caso, atesorarla. Para cuando se me olvide lo que es sentirse viva. Para esos momentos, los atesoraré.
Te veo partir. Alejarte de mi lado y ya te echo de menos. Tu tren ha salido hace ya un rato y áun permanezo al pie del andén, intentando ver, a lo lejos tu tren. Tu silueta desdibujarse en la lejania. Y te hago una reverencia, como se le hace a los reyes. Tienes mi pleitesia, para siempre.
Adios... mi rey. Hasta siempre....

LA ESPERA.



Me he despertado hoy rememorando lo sucedido anoche. Pensé que, como siempre, la espera no iba a valer la pena. Siempre he sido de naturaleza pesimista, a decir verdad. Pero todos y cada unos de mis pensamientos negativos, fueron derrocados por la absoluta certeza de la realidad. Que colmó todas mis expectativas.

Llegué al restaurante 15 minutos antes de la hora. No podía aguantar las ganas de verle. Me senté en la barra a esperar. Por mi estómago revoloteaban, caprichosas y a su antojo, millones de mariposas. Bebí dos copas de vino. Para templar los nervios. Todo un año de relación a distancia. Lagrimas, risas, sexo todo condensado en horas y horas de charlas por la red.  Casi sin darnos cuentas encajábamos perfectamente el uno en el otro. Era como mirarse en un espejo. Y eso me aterrorizaba. Porque quedaban expuestos todos mis secretos más íntimos e inconfesables. Brotaban de mi boca sin forzarlos. Y él reconocía sentir lo mismo.

Llegó puntual e impecablemente vestido. El restaurante no era de lujo, pero exigía un poco de etiqueta. Parecía haberme leído el pensamiento. Porque mi vestido granate de finos tiros y sandalias a juego encajaban perfectamente con su camisa. Venía sin corbata con algunos botones desabrochados. Una explosión sensual estalló entre mis piernas al ver como el pelo de su pecho se escapaba por el cuello de la camisa.  Me sonrió en cuanto me vio y se acercó a buscarme. Se disculpó y todo lo solucionó con un tierno y casto beso junto a la comisura de mi boca. Quedé sin aliento.

Nos acompañaron a un reservado y su mano permaneció apoyada en mi espalda todo el trayecto hasta la mesa. Me sentí desamparada cuando la quitó para acercarme la silla y ayudar a sentarme. Mis manos no paraban de un lado a otro. Gesticulando, exageradamente, mis comentarios. No podía parar de hablar, mientras él me observaba pícaro sonriendo. Pero... ¡demonios!- pensé- por qué no estas nervioso.

Nos sirvieron el vino y pedimos la cena de un tirón, coincidiendo, asombrosamente en el menú. Reímos mas relajados mientras se alejaba el camarero. Fue entonces cuando se quedó seriamente mirándome. Y me hizo la pregunta que yo más temía:

-         Y bien, ¿defraudada?. ¿Soy lo que esperabas en persona?

Mi corazón iba a mil por horas y las palabras no acudían a mi garganta. Bebí un trago de vino y, sacando de su escondite mi desaparecido valor le respondí:

-         Eres tal y como había soñado... digo... imaginado.

Sonrió y de repente se levantó de su silla. Se acercó a mi lado de la mesa y agarrándome de la barbilla me plantó un beso. Para a continuación susurrarme-.

-         Tu eres preciosa. Mas incluso que en mis fantasías más calientes.



A esas alturas, permanecí inmóvil, con los ojos cerrados tratando de respirar entrecortadamente... Se levantó y alejándose acarició mi cuello.

Durante la cena todo fueron miradas, guiños y algún que otro roce bajo la mesa.  En un momento dado, necesité recomponerme en el baño. Me disculpé y temblando como un flan, me dirigía los servicios tratando de mantenerme erguida. Todo me daba vueltas. Quizás el vino, sus palabras, sus caricias. Pero el aire no llegaba a mis pulmones con normalidad. Hiperventilando me senté en la taza del baño. Cerré la puerta y me escondí durante un rato. Buscando la manera de calmarme.

-         Está ocupado- alguien golpeaba insistentemente a mi puerta.

Por favor, he dicho que está ocupado. Salgo en seguida.

Cansada de la insistencia abrí de golpe para encararme con la mal educada que estaba al otro lado de la puerta. Y cuando iban a comenzar a salir de mi boca toda clase de improperios fue su cara con la que me topé. Me empujó dentro del habitáculo otra vez y cerró la puerta tras de si. Atrapándome entre sus brazos apoyados en la pared. Estaba jadeando y me olía como si fuera parte del menú de la cena y estuviera a punto de devorarme. Comenzó a subirme la falda, a susurrarme al oido. No le entendía nada, pero ni falta que me hacía. Me bajó las bragas, lentamente y mientras me besaba desabrochó sus pantalones. Entonces recordé una fantasía que entre vino y comida china, le había confesado una noche charlando por teléfono. Montármelo con un desconocido en los lavabos de un restaurante de lujo. Y voilá. Se estaba cumpliendo. Se sentó sobre la tapa del water. Me atrajo hacia su erección. Y mirándome a los ojos comenzó a introducir su miembro, lentamente. Yo intentaba cerrar los ojos, pero me agarraba la cara y me obligaba a mirarle y comenzó a moverse. Con su boca pegada a la mía, jadeando y llevando un ritmo lento y cadente. Me obligaba a cabalgarle agarrando mi trasero. Guiándome en una danza tremendamente sensual. Perdí el control y el contacto con la realidad. Me arqueaba y agarraba a la puerta y seguía moviéndome. Y suavemente llegó el orgasmo. Que se alargó tanto que perdí la noción del tiempo. Era como si hubiera estado soñando. Viéndome aturdida, aún, me levantó, me vistió y me sacó del baño, a toda prisa, mientras un par de señoras nos miraban escandalizadas junto al secador de manos.  

Al llegar a la mesa, estaba la cuenta. Pagó mientras yo permanecía de pie, alucinada. En volandas me empujó hasta su coche. Subimos a su habitación en el hotel, bajo la inquisidora mirada de un viejo recepcionista.  Y al llegar a la habitación me lanzó al suelo, rodamos y ya nos perdimos durante horas, el uno en el otro.

Se ha marchado a por el desayuno. Espero que vuelva. Si. Lo espero. Llevaba toda la vida esperándolo.

martes, 12 de febrero de 2013

EN EL FILO DEL ANDÉN


Pablo me espera en el sitio acordado. Se que esta nervioso. Puedo notarlo por como estruja sus manos la una contra la otra. Esta pálido, sudoroso. Algo no anda bien.

Me acerco a besarlo pero, violento, aparta sus labios. Es entonces cuando lo se. Cuando todos los gestos, todos los extraños detalles de las últimas semanas, cobran sentido. Me pide que lo acompañe. Acabamos sentados en un banco de una pequeña plaza, cerca de la estación de tren. Y comienza a hablar, con el silbido y traqueteo de los cercanías entrando y saliendo, de fondo. Veo sus labios moverse, pero no entiendo nada. No me hace falta. Lo se todo. Se echa manos a la cara, emocionado, aparentemente. Y se vuelve a mirarme, esperando mi reacción. Pero esta no llega. Me levanto y comienzo a caminar sin mirar atrás. Se que si vuelvo a ver su rostro, correré a suplicarle, a mendigar su amor. Pero no me ama, tengo que afrontarlo. Oígo sus gritos de fondo, lejanos y confusos. Pero ¿por qué no me deja en paz?. ¿Por qué me hace sentir culpable?. Oigo más gritos, más gente chillando. Pero voy absorta en mis pensamientos. Un agudo pitido. Mi mundo se desequilibra y caigo del andén sobre una de las vias. Todos gritan, aterrados, pero yo estoy sedada, anestesiada de dolor. Todo me da igual. Nada importa ya. Pero alguien tira de mis brazos y me eleva hacia el andén. El tren pasa como un rayo. Y todos respiran aliviados. No distingo los rostros, son copias de otras copias.  Una señora me abanica y otra persona, no se si hombre o mujer, me coloca algo bajo el cuello. Alguien me coge de la mano, y me toma el pulso. 
Y en medio de todos esos desconocidos, comienzo a llorar. Al principio son unas pequeñas lágrimas, pero luego me convierto en un manantial. He visto pasar toda mi vida ante mis ojos y no me gustado nada de lo que he visto. He estado perdiendo tanto el tiempo con gente absurda, con cosas estúpidas y vacias. ¿Qué diablos he hecho con mi vida?.
Mientras seco mis lagrimas, torpemente, con las mangas de mi jersey Pablo se acerca, dubitativo, nervioso. Trata de llamar mi atención:
- Gabriela, Gabriela...
Entonces recuerdo que alguien me ha sacado de las vias. Pregunto a los que me rodean y señalan al final del andén un joven vigilante, trata de convencer a unos crios de que se retiren del borde.
Me levanto, con sumo cuidado, para no marearme y me acerco hacia él. Pablo, me sigue diciendo mi nombre como un mantra: Gabriela, Gabriela...
Pero Gabriela ya no existe mas. Ahora es simblemente Gaby. La pequeña e ingenua Gaby al que un día, en la feria del pueblo, una gitana, le vaticinó que el hombre de su vida la salvaría. Temblando de la emoción me acerco al vigilante. Me ve llegar y corre hacia mi agarrándome del brazo, pensando en que aún sigo conmocionada.  Trato de explicarle que estoy bien, pero él insiste en que me siente. Y comienza a hablarme, para tranquilizarme. Me hace algunas bromas y descubro en su rostro una pequeña cicatriz bajo el labio. Miro los surcos graciosos que se le forman en la comisura de su boca. Me recreo en esa cejas pobladas y divertidamente revueltas. Él contínua preguntándome cosas. Se ofrece a llevarme a casa, está a punto de acabar su turno. Nos levantamos, los demás ya se han ido. Tan sólo Pablo, unos bancos más allá, nos mira asombrados. Hace un ademán de hablar, pero al mirarme sabe que sobran las palabras. Se da la vuelta y comienza andar. En el último segundo le grito: 
¡Gracias por salvarme, Pablo! 
Y mientros le veo alejarse unas ultimas lagrimas, resbalan por mi cara... 

lunes, 11 de febrero de 2013

EL PIANO

-


Ella deseó estar viva de nuevo. Remover el hastiado y deprimente mundo que la rodeaba. Su vida se había convertido en una larga y aburrida lista de convencionalismos. Necesitaba, urgentemente, un revulsivo. Algo a lo que aferrarse si le fallaban las fuerzas.
Y entonces lo compró. Un desgastado y clasico piano Petrof de segunda mano. De madera noble. Cuando se lo trajeron encontró el rincón perfecto junto a la ventana que daba al patio interior. Se sentó en la banqueta y comenzó a acariciarlo delicadamente. Enseguida percibió el aroma a tabaco rancio, sudor y alcohol destilado. Le habían comentado que habia estado 25 años de servicio en un viejo bar a las afueras de Budapest. Y no se sabe como acabó en un mercadillo de segunda mano en un rastrillo de Sevilla. Fue donde ella tuvo el flechazo. El piano era una excusa. Lo importante era saber que el bohemio y apuesto vendedor se había ofrecido a afinarselo en casa. Ella fingió tener olvidadas sus antiguas clases de piano. Él se ofreció, desinteresadamente, a darle algunas clases para ponerla al día.
Pero los días pasaban y no aparecía el misterioso vendedor. Una tarde, al salir de casa, se lo tropezó en el descansillo. Estaba apunto de llamar a la puerta. Ella mostró desinterés y fingida prisa. Pero él insitió en que no podía ser otro día. Finalmente, ella accedió y se quedó. Tan pronto estuvieron a solas, junto al piano, él afinándolo y ella observándolo, despertaron unos instintos apagados y escondidos. Esos que se habían quedado, a través de los años, incrustados en la madera del viejo piano. Comenzó, a tocar una melodía. Ella se alejo, discretamente, a por una botella de vino y dos copas. Era como si algo o alguien hubiera tomado posesión de su cuerpo. Todo le resultaba tan familiar. 
Descorchó la botella y llenó las copas. Al acabar el tema brindaron. Con el efusivo brindis, unas pocas gotas, de vino, calleron sobre las teclas del piano. Casi, al unísono, sus manos chocaron al ir a limpiarlas. Y así las dejaron. Su mano sobre la de ella. En silencio. Ella sintió un fuego entre sus piernas al notar el calor de su respiración cerca de su cuello. Y percibió como sus rodillas se doblaban para acabar sentada sobre las piernas de él. Se dejó acariciar la espalda, la cintura, las caderas. Sus bocas jadeaban la una junto a la otra. Sus labios se rozaron, como tanteándose, como retándose. Y en un rápido gesto él la sentó sobre las teclas y comenzó a desnudarla. Ella se dejaba hacer. Languidecía a cada caricia, a cada roce. Se deshizo de la camisa, botón a botón, de la falda, de sus braguitas. Ella esperaba, expuesta, la llegada de la ola de placer. Él hundió su rostro entre sus piernas y la saboreó centimetro a centímetro. Vacio parte de la copa de vino sobre su sexo y siguió degustando el exquisito manjar de su elixir. Con cada movimiento brotaban extrañas notas del piano. Comenzó a tocarlo mientras la acariciaba. Bebió de ella hasta saciarse. Se pasaron la noche amándose. Reconociéndose en cada caricia, en cada gemido.

Al amanecer, la dejó dormida sobre el piano.  Acercó los labios a su dulce cuello y la besó. Al alejarse le susurró al oido:  
- Hol voltál ennyi év az én kis Gertrud?
 (¿Donde has estado todos estos años mi pequeña Gertrud?)

Se dirigió, entonces, hacia la puerta, y al girar lentamente el pomo para no despertarla, justo antes de cerrar, la escucho en un gemido:
- Már él az álmaidban, szerelmem 
(Habitando en tus sueños, amor mio)....

sábado, 9 de febrero de 2013

DEBAJO DE LA MESA...




Ella estaba fascinada por él. Cada vez que notaba su presencia algo se encendía en sus entrañas. Se estremecía con sólo recordarlo. Cada día, en la biblioteca, lo espiaba mientras estudiaba, en una mesa escondida a los ojos del resto del mundo. Se aislaba. Ella moría por compartir la misma isla con él. Por perderse, para siempre, en esa isla...con él.
Esa noche calurosa de verano, se arma de valor. Se pone un delicado vestido de lino blanco de finos tirantes. Unas delicadas sandalias de cuero y nada de ropa interior. Colorea su sugerente boca con un color coral apagado y decide soltar su melena al aire.  Llega a la biblioteca pasadas las 12 y media de la madrugada. Apenas unos pocos estudiantes luchando por no dormirse sobre los apuntes y un viejo y decrépito bibliotecario a punto de jubilarse, roncando detrás del mostrador. Atraviesa, decidida, la sala en un suspiro y justo antes de llegar a los dominios de su "Apolo" guarda la compostura y se acerca a la mesa elegantemente.  Él sigue enfrascado en la lectura. Ella cae sobre la silla, decepcionada en el primer intento de seducirlo. Coloca los libros y los apuntes a un lado y se disculpa por el ruido que produce al caérsele, oportunamente, el lápiz al suelo. Él la mira por encima de sus gafas de Lennon, con un gesto irritado y a ella se le hace añicos su pequeño corazón. Pero no se rinde. Aprovechando el calor que inunda la sala se levanta y en voz baja le pide permiso para abrir la ventana. Él asinte, mientras la mira sin poder evitar mirar sus pequeños pechos moverse enérgicamente mientras ella batalla por abrir el pestillo. Hasta que finalmente lo consigue, para darse cuenta de que él la mira embelesado. Se sinte descubierto y torpemente vuelve la mirada a sus libros. ¡Bingo!, piensa ella...
Pasan los minutos y él no para de mirarla. No puede concentrarse. 
"Mierda su boca, su pelo, oohh!!... su escote... "
Ella, consciente del efecto que le ha causado se lo toma con calma, vanagloriándose. En un momento sus miradas se cruzan, sin mediar palabra ella tiene una idea. Está decidida. Aparta la silla de la mesa y se escabulle debajo. Se acerca lentamente hacia él. Mientras él permanece inmovil, expectante. Pone sus manos sobre las rodillas de él. Y le acaricia lentamente los muslos.  Él comienza a jadear escándalosamente, pero por suerte son casi las 3 de la madrugada y quedan dos personas al principio de la sala. Ella, descarada y juguetona, posa sus manos sobre la entrepierna de él. Y comienza a bajarle la cremallera, lenta y delicadamente. Él continua quieto, con el corazón luchando por no escapársele por la boca. Se deja hacer, ella le acaricia y tira suavemente de los calzoncillos, con los dientes. Él está expuesto, la excitación es tan grande que le cuesta respirar. Ella roza, lentamente su lengua por la punta de su pene. Traviesa y juguetona. Él ya no puede disimular, su erección es evidente. Ella le agarra el miembro y se lo introduce, muy despacio en la boca. Juega con él, se recrea, lo mima. Él por primera vez se mueve acariciándole el pelo suavemente. Ella continua succionando, recreándose en él. Y nota como él contrae las caderas, es inminente, le tira de el pelo jadea y.... se va dentro de su boca. Trata de evitar los gemidos, pero a esas alturas solo queda el viejo bibliotecario cuyos ruidosos ronquidos los anulan por completo. No sabe que hacer ni que decir. Ella se retira lentamente, mientras se pasa los dedos por los labios. Limpiándose los restos de la boca lascivamente. Y poco a poco se va retirando a su silla, gateando coqueta bajo la mesa. Victoriosa y triunfante, se levanta  y coge ,uno a uno, sus libros y apuntes. Lo mira divertida, mientras se gira y va directamente a la salida de la sala. Dejándolo sólo y cachondo para el resto de la noche... Suspira aliviada, feliz y de pronto.... 
- ¡Ohhh, noooo!!,¡mierda!!!... me he dejado el móvil... 
Pero ya es demasiado tarde. Cuando se gira , él está esperandola en la puerta sosteniéndolo en la mano. Sonriéndole, malicioso, sabiéndose ganador. Ella se acerca insegura a cogerlo pero, en un descuido, él atrapa su otra mano y le dice al oido: 
- ¿que vas a hacer ahora para recuperarlo, gatita?-.