jueves, 31 de enero de 2013

EL VIEJO BOSQUE SOMBRIO

Se suponía que te quedarías. Que no huirías, como siempre hacias. Todo resultaba tan simple a mi lado. Y tu lo complicabas. Te empeñabas en retorcer mis buenas intenciones, mi cariño, mi amor. Construías barreras, muros de contención, para no desvelar tu verdadero rostro. Siempre ofuscado, siempre enmarañado. Como un bosque en otoño desnudo ya de hojas. Seco, enjuto, gris. No era nostalgia lo que te movía, era soberbia. Te sentabas en tu pedestal para observarme desde las alturas. En las copas de los arboles. Haciéndome sentir pequeña, diminuta... indefensa. Creía, ingenuamente, que un dia no muy lejano, despertarías y volverías a mis brazos. Pero te afianzaste en tu trinchera, como un solitario soldado esperando los refuerzos que nunca llegan. Empecinado en no rendirte al amor. Y me cansé. Me cansé de vagar sola y desamparada por el viejo bosque sombrío. Aquel en el que nos escondiamos a hacer el amor.  Allí me rodean recuerdos hermosos, como cuando era feliz contigo. Dolorosos, porque ya no volveran a rodar nuestros cuerpos entre las hojas secas del otoño. Ni buscarás mis manos, a tientas, mientras paseabamos. Estoy cansada. Me rindo. He decidido salir de mi trinchera. Pero ya no me entregaré. No habrá prisioneros en mi bando. Caeremos desnudos, rendidos, si. Pero sin miedo.

domingo, 27 de enero de 2013

DESEO INMORTAL



Me bastó unos segundos para darme cuenta de sus intenciones. Pero, para entonces, ya era demasiado tarde. Se acercó hacia mi, con una sonrisa canalla pintada en la cara. Extendió su mano, agarrando, violentamente, mi cara. Su enorme mano atrapó mi rostro y atrayendome hacia él susurró: 
- Ya eres mía. 
Yo temblaba como una hoja pero el deseo me paralizaba. Podría haberle empujado,  pisado, mordido pero me quedé inmovil. Esperando que su boca atrapara la mía. Pero no lo hizo, ladeó la cabeza y me mordió. Sin más preámbulos. Clavó sus dientes y bebió de mi hasta saciarse. Mi mundo daba vueltas y yo luchaba por mantenerme en pie. Pero mis ojos pesaban...pesaban tanto... 
Me desperté casi desnuda, apenas cubierta por unas sabanas de satén rojas y con un extraño sabor metálico en la boca. Estaba anocheciendo y una punzada de dolor atenazó mi corazón. Un miedo aterrador se apoderó de mi. Algo no iba bien. Escuché unos pasos, acercándose a la puerta de aquel extraño cuarto. Cuando el pomo de la puerta giró, mi corazón galopaba hacia mi boca desbocado. Una mezcla de angustia y placer inundó mi cuerpo. Lo estaba esperando, lo estaba deseando. Todo sucedió tan deprisa que apenas tuve tiempo de parpadear antes de estuviera sobre mi...desnudo. 
- Nunca me saciaré de ti-, escuché entre mis jadeos.
Y la vida se fue escapando de mi cuerpo, para siempre. Todo se volvió oscuridad. Y cuando creí que nunca mas volvería a ver su rostro, desperté. Pero yo, ya no era yo. Yo ya era suya...

miércoles, 9 de enero de 2013

LA ÚLTIMA PRINCESA DE DAMASCO.

No fue hasta su último aliento,cuando me regaló su preciosa sonrisa. Sus apagados ojos, cerraron los párpados lentamente. Hasta parecer dos finas líneas dibujadas con carboncillo. Coqueta hasta el final. Había pedido que le trajeran aquel perfume que compramos por las calles del mercado de Damasco. Le recordaban a su niñez. Habían pasado más de 550 años y Ghada conservaba, en su rostro, el ambarino tono dorado de oriente. Fue mi madre, mi hermana, mi compañera. La que me lo enseñó todo. Y ahora, en unos segundos todo se ha acabado. ¿Quién me acompañará, por el resto de la eternidad?. ¿Con quién compartiré los exquisitos manjares que nos brindaban la acomodada burguesía lisboeta?. Solía divertirnos su acento y el marcado sabor afrutado de su sangre. Ella solía decirme que beber de un lisboeta era como saborear un fino y dulce Oporto. ¿Qué haré yo sin ella?.  
Aún resuena, en mi mente, aquella triste melodía que tarareabas mientras paseábamos por las oscuras calles, en la madrugada. Mi dulce Ghada. La última princesa de Damasco...