LA ÚLTIMA PRINCESA DE DAMASCO.
No
fue hasta su último aliento,cuando me regaló su preciosa sonrisa. Sus
apagados ojos, cerraron los párpados lentamente. Hasta parecer dos
finas líneas dibujadas con carboncillo. Coqueta hasta el final. Había
pedido que le trajeran aquel perfume que compramos por las calles del
mercado de Damasco. Le recordaban a su niñez. Habían pasado más de 550
años y Ghada conservaba, en su rostro, el ambarino tono dorado de
oriente. Fue mi madre, mi hermana, mi compañera. La que me lo enseñó
todo. Y ahora, en unos segundos todo se ha acabado. ¿Quién me
acompañará, por el resto de la eternidad?. ¿Con quién compartiré los
exquisitos manjares que nos brindaban la acomodada burguesía lisboeta?.
Solía divertirnos su acento y el marcado sabor afrutado de su sangre.
Ella solía decirme que beber de un lisboeta era como saborear un fino y
dulce Oporto. ¿Qué haré yo sin ella?.
Aún resuena,
en mi mente, aquella triste melodía que tarareabas mientras paseábamos
por las oscuras calles, en la madrugada. Mi dulce Ghada. La última
princesa de Damasco...
No hay comentarios:
Publicar un comentario