domingo, 27 de octubre de 2013

EL SONIDO DE LOS OBUSES

Incluso en aquel sótano a oscuras, no podía dejar de oír las sirenas y las explosiones. Necesitaba tranquilizarse. Karen se encontraría dios sabe donde. Había salido temprano, por la mañana. Y no pudo volver antes de los bombardeos. Eso lo desquiciaba. Se movía de un lado a otro en aquel cuarto minúsculo, como un animal enjaulado. Temía perderla. Tantos años buscándola, ansiando una mujer como ella,y sólo había podido disfrutar de ella apenas unos meses, inolvidables eso si.
En un permiso, antes de pisar aquella mina que le destrozó el pie, Jack asistió a uno de esos bailes benéficos. Su amigo Peter había insistido y él no tenía nada mejor que hacer. Desde el principio se sintió fuera de lugar, entre tanta gente poderosa. Hasta que la vio a ella. Karen Van Hoffen, una de las dos hijas de un humilde vendedor de coches venido a más por un golpe de suerte en las apuestas, paseaba por el salón de baile ausente, como fuera de lugar. Jack observaba, divertido, como ella tropezaba con la gente o con los objetos que encontraba a su paso, como si de un pajarillo desvalido se tratara. En un momento de la noche sus miradas se cruzaron y ella, sin saber porque, se sonrojó. Aquello hizo que Jack la deseara mas. Aquel vestido color ciruela, ceñido a sus caderas, insinuaba unas curvas sinuosas. Los pechos, desbordaban el escote, pero sin ser vulgar. Apenas llevaba maquillaje y el pelo caía, ligeramente sobre sus desnudos hombros. Toda ella le invitaban a pecar. Jack llevaba mas de 6 meses sin "mojar" y en esos instantes huyó, discretamente, a los servicios de caballeros, para poder " descargarse". Se sentía avergonzado. Culpable por no ser capaz de controlarse en público, en aquel ambiente. Se recompuso como pudo y volvió a la fiesta. Con determinación, la buscó y se presentó. Ella temblaba como una hoja, pero su sonrisa pícara, su boca provocadora lo descolocaban. Desprendía un aire coqueto, inocente, que hizo que su corazón latiera desvocado. Hablaron, largo rato. Jack tenía permiso de una semana y luego volvería al frente. Ella se ofreció voluntaria para mostrarle los lugares más emblemáticos de Rotterdam a aquel americano misterioso. Aquel hombre carecía de una belleza típica, pero, a sus ojos, resultaba embriagador y masculino. Le fascinaron sus manos, al instante. Y su mente, calenturienta, se las imaginó paseando y explorando todos los rincones de su cuerpo. Se estremeció de placer. Y sus mejillas se volvieron a cubrir de un rojo llameante. Él lo notó y procuró disimularlo. Se despidió, discretamente, y ella le dio indicaciones de como llegar al taller de su padre. No estaba segura del todo de que fuera buena idea decirle donde vivía. En cuanto llegó al hostal, donde se alojaba, Jack se masturbó pensando en ella.
La noche anterior los bombardeos no daban tregua. Ya no estaban en Rotterdam, pero en Eindhoven, no se sentían mas seguros. Habían huido, con lo puesto, del hotel donde se veían a escondidas, en uno de los bombardeos que había destruido media ciudad. Toda la familia de ella había muerto y él era lo único que ella tenía. Abrazados en el diminuto sótano habían estado toda la noche amándose. A Karen el sexo era lo único que la calmaba en situaciones estresantes. Jack gozaba de esa mujer en esos momentos. Se trasformaba en otra persona. Toda su timidez se iba por la puerta y una fiera enjaulada se apoderaba de ella. Jack conseguía aplacarla a duras penas. Apenas comenzaban a sonar las sirenas ella se abrazaba a él. El aliento de ella le golpeaba en el cuello y no podía controlar su erección. Karen se percataba enseguida y una chispa estallaba en su cabeza. Le bajaba la bragueta y comenzaba a besarlo y acariciar su miembro. Jack jadeaba y ella se excitaba más. Le acariciaba la cara y el pelo, hasta que ella, cansada de tocarlo, hundía su cabeza entre las piernas de él y comenzaba a masturbarlo con la boca. Jack se estremecía de placer y resoplaba como un toro en celo. Comenzaba a desvestirla y la mayor parte de las veces, la apartaba, porque temía eyacular antes de tiempo. Karen conocía las virtudes del sexo oral y lo llevaba al límite. Le excitaba ponerlo a cien, y verlo, azaroso, apartarla bruscamente cuando el placer era insoportable. Era entonces cuando se subía encima de él, mientras se apartaba las bragas a un lado. Sin ningún preámbulo se introducía el miembro de Jack y comenzaba a moverse lentamente sobre él. Lo empujaba y lo tumbaba totalmente en el suelo y comenzaba a tocarse la boca, los pezones, los pechos. Lo miraba y continuaba cabalgándolo, cada vez más deprisa. Y cuando parecía que iba a llegar el orgasmo se levantaba y daba vueltas por el cuarto, observándolo, como un depredador observa a su presa antes de devorarlo. Una loba en celo jadeando, medio desvestida. Pero apenas se oían los obuses, otra vez, con el ataque ella volvía a la carga. Jack se levantaba e iba a por ella, para tratar de calmarla. La aprisionaba, entre sus brazos, contra la pared y ella lo atrapaba entre sus piernas. Sus sexos se frotaban el uno contra el otro. Hasta que él conseguía introducirse dentro de ella. De pie, cuerpo a cuerpo, con las paredes del edificio temblando por las explosiones, se entregaban como perros al placer. Si morían, lo harían así. Cada instante de vida que se les brindaba era una oportunidad de entregarse. Jack apenas aguantaba unos minutos en esa posición. La  protesis de madera, se le hundía en la carne del muñón y el dolor era insoportable. Karen se escabullía y lo esperaba al otro lado del sótano, a cuatro patas. Como una gata en celo, esperando ser penetrada. Tras unos minutos, recuperándose del dolor, Jack volvía a por más. Adoraba a esa mujer, adoraba la bestia salvaje que moraba en ella. Nadie más conocía esos apetitos ocultos que Karen tenía. Aquella chica que se ruborizaba con sólo mirarla se movía, lujuriosamente, entre sus piernas. Se frotaba y jadeaba poseida por el espíritu sexual de una diosa carnal. Olvidaba sus modales refinados y su posición social. Y en lugar de una copa, del mejor champán, en la mano tenía en esos momentos sus testículos..La posición los llevó a más. Él la agarró, con fuerza, por las caderas y la embistió hasta que se vació dentro de ella. Para ese entonces Karen había llegado al orgasmo dos veces. Cayeron sobre las mantas que cubrían el frío suelo del sótano. Hacía rato que los bombardeos habían acabado y ellos no se habían dado cuenta.  Se durmieron acariciándose y besándose... dulcemente.
Unos fuertes golpes en la puerta lo espertaron de la ensoñación de los recuerdos de la ultima noche. La voz le era familiar. Era la vecina de la casa continua a la de ellos. Jack subió los escalones, afanosamente, con dificultad. La pierna le dolía mucho más si pasaba muchas horas de pie. Al abrir la puerta se encontró con un rostro desencajado y lloroso. No necesitó nada más. Lo supo en ese instante.
Encontró el cuerpo sin vida de su vecino a dos manzanas de su calle. Entre los dos llevaron el cadáver hasta la casa. Una vez llegaron ella se derrumbó. Jack prefirió dejarla a solas con su dolor y volvió a su casa. No soportaba el dolor ajeno. Y esa guerra lo había llevado al límite de lo soportable.
Al volver, descubrió que la puerta de su casa estaba abierta. Entró, temeroso, a la cocina. Recorrió uno a uno todas las estancias de la casa, medio en ruinas. Suspiró y bajó al sótano. Y descubrió a Karen, apoyada contra la pared. Su rostro estaba desencajado y una sombra azulada bordeaba sus ojos. Jack se acercó pero ella se apartó. Con la mano aferrada al vientre.
- Todo lo que toco, todos los que me quieren, todos.... me abandonan. Mueren, desaparecen... No puedo soportarlo mas Jack...no puedo con este dolor. Quiero que acabe...- solloza Karen,hecha un ovillo, sentada en el suelo.-Y ahora... ahora esto. No se si podré con esto Jack. No se si es justo para él, venir al mundo en estas condiciones. No se como evitarlo, lo he intentado. Estoy asustada...Jack, ¿qué clase de vida le vamos a dar a este bebé?.
Jack la miró, emocionado, mientras los ojos se le llenaron de lágrimas. Se acercó a ella, suavemente, y la abrazó. La llenó de besos y caricias, protegiéndola entre sus brazos.
- Una oportunidad de encontrar a alguien que le haga sentir lo que tu y yo sentimos. Lo que hemos vivido, lo que hemos experimentado. No podemos elegir el mundo en el que vivimos, pero si podemos elegir con quien queremos compartirlo. Y hoy que creí, durante horas, que te había perdido, no me importa que haré mañana, ni pasado mañana...ni dentro de una semana. Sólo agradeceré estar vivo y pasar un día más contigo...nada más.
 Karen lo miró sonrojada, como siempre y le acarició el rostro. Se levantó despacio y comienzó a sacar la comida, que había encontrado, de las bolsas. Jack cerró la puerta del sótano y se sentó en la escalera a observarla, con ternura. Sólo a observarla... durante horas... hasta que empezara el siguiente bombardeo....

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