miércoles, 10 de agosto de 2011

DES-PEDAZOS

Estaba despedazado. Sobre la mesa del salón. No acaba de creerse lo que había ocurrido. Ella había salido de la nada, hecha una furia y escupiendo veneno por la boca. Esa no era la dulce niña que un día conoció. Se había convertido en una mujer amargada y rencorosa. El vestido yacía sobre la mesa, desparramado como un ramo de flores secas. Roto como su corazón. Abandonado como sus ilusiones.  Con miedo a moverse, para no despertar a la fiera, se desplazó, con sumo cuidado al extremo opuesto de la mesa. Fue, entonces, cuando sucedió. Como si despertara de una pesadilla, ella le regaló su dulce mirada. Volvió a ser su niña mimada, la niña de sus ojos. Lentamente su rostro fue palideciendo, el color abandonó su cara y resbalando entre las sillas se desplomó. A trompicones, llegó  su lado para descubrir, aterrado, unas tijeras clavadas atravesándole el pecho. Ella le miró por última vez y se desvaneció....

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